El MAS, antes imbatible en las urnas, hoy se desangra víctima de sus fracturas internas; es incierto el panorama
Fernando Molina/El PAÍS
La organización política más poderosa de la historia de
Bolivia, el Movimiento al Socialismo (MAS), hoy se desangra por la batalla sin
cuartel entre su líder histórico Evo Morales y los “renovadores” del presidente
Luis Arce, que acaban de arrebatarle la dirección legal del partido. Según las
encuestas, la mayoría de la población quiere un cambio tras el largo dominio
izquierdista de la política boliviana.
El MAS ha sido el “instrumento político” de los sindicatos
bolivianos durante 30 años, de los cuales los últimos 20 ha tenido hegemonía en
un país que, antes de él, carecía de mayorías electorales contundentes. Desde
2006, nunca ha perdido una elección presidencial, y todas excepto una las ha
ganado con mayorías absolutas.
Aunque funcionaba como una alianza de “organizaciones
sociales” y no como un partido político, para participar en elecciones tuvo que
convertirse formalmente en uno y ajustarse a la legislación nacional. Con el
tiempo, esto ha resultado contraproducente para Morales y favorable para Arce
que, en su condición de presidente del país, ha logrado una mayor influencia
sobre los tribunales de justicia, tanto sobre los ordinarios como los electorales.
El jueves, el Tribunal Constitucional boliviano determinó reconocer la
directiva arcista del MAS y, simultáneamente, apartar al único presidente que
este partido había tenido desde su fundación, es decir, a Morales. Se espera
que el Tribunal Electoral acate esta decisión reconociendo como jefe del MAS a
Grover García, un dirigente cercano al Ejecutivo.
Envuelto en la bandera azul del MAS, que en el pasado contó
con la fidelidad inquebrantable de los campesinos bolivianos, es decir, de un
30% del electorado, Arce puede intentar reelegirse en las elecciones de 2025,
aunque las encuestas le son adversas. La mayoría lo rechaza por su manejo de la
crisis económica, que actualmente se expresa en una aguda escasez de
combustibles y dólares, y en una creciente inflación de los bienes de primera
necesidad por la devaluación informal de la divisa estadounidense.
Los dueños de vehículos bloquean intermitentemente las
calles de las principales ciudades para exigir que el Gobierno llene con
suficiente combustible las bombas de las estaciones de servicio, pero esto no
ocurre. El diésel está racionado porque el país no cuenta con suficientes
dólares para importarlo en las cantidades necesarias.
Cerca de la desesperación por la inexistencia de recursos
para mantener el aparato productivo funcionando, Arce ha suspendido por un año
el monopolio estatal de la importación y venta al por mayor de hidrocarburos, y
ha autorizado que estas tareas sean cumplidas por los empresarios privados. Se
trata de una importante ruptura de la política estatista que ha regido en el
país desde la nacionalización del petróleo de 2006. En el corto plazo,
significará la coexistencia de precios fijados y subvencionados del diésel y la
gasolina con precios internacionales. Los ciudadanos podrán comprar el litro
diésel en algunos surtidores y algunas ocasiones a 3,7 bolivianos (0,5
dólares); en otros, tendrán que pagar aproximadamente 14 bolivianos (dos
dólares) por litro. La incertidumbre sobre los efectos políticos de una
situación como esta es elevada.
De todas maneras, los seguidores de Arce festejaron con gran
alegría el fallo constitucional que, según ellos, “devolvió el MAS a las
bases”. La sala del Tribunal Constitucional que le quitó la presidencia del
partido a Morales , conformada por dos magistrados que son acusados de obedecer
al oficialismo, también, en una sentencia separada, lo inhabilitó para ser
presidente o vicepresidente del país de por vida.
Morales se ha sobrepuesto a momentos de mucha adversidad
durante su larga biografía política, pero ahora parece haber sufrido un jaque
mate. No solo porque ya no puede participar legalmente en las elecciones;
tampoco lo pueden hacer, al menos usando el acrónimo del MAS, otros dirigentes
de su facción, como Andrónico Rodríguez, presidente del Senado. Al mismo
tiempo, el expresidente enfrenta una orden de detención en una causa por
presunto abuso de menores. Morales ha resistido hasta ahora el arresto
refugiado en el Chapare, la región cocalera del centro del país que es también
su bastión político.
Morales ha desconocido la resolución del Constitucional,
argumentando que sus integrantes se hallan fuera de su mandato legal y, por
tanto, todos sus actos son nulos. Ha pedido, al mismo tiempo, “paciencia y
serenidad” a sus adherentes. El 22 de noviembre próximo, el expresidente
reunirá a sus principales colaboradores para preparar una respuesta a la
andanada del oficialismo. Varios dirigentes del evismo están presos o son
buscados por los bloqueos de caminos que organizaron en octubre.
Los sondeos indican que la mayoría de los bolivianos busca
dejar atrás la larga experiencia del “socialismo comunitario”, como los
izquierdistas bolivianos llaman a su ideología. Más del 70% piensa votar por la
oposición. El punto está en que esta se halla dividida en unos 17
precandidatos, algo que también aumenta la incertidumbre sobre el futuro del
país. Sin embargo, algunos ya van destacando del conjunto, alentados por el
rechazo popular a la crisis y también a la pelea entre los dos MAS, uno legal y
otro factual.