Autismo en adultos, ¿cómo seguir una vez realizado el diagnóstico?
“Con autismo se nace, y este acompaña las distintas etapas
de la vida. Los signos y síntomas se presentan a partir del inicio del
desarrollo, aunque también es posible que no se manifiesten por completo hasta
que las demandas sociales superen las capacidades limitadas o aquellas
adquiridas para intentar ser socialmente competente”, explica Antonella
Chullmir, médica especialista en psiquiatría quien acaba de publicar su libro
“Autismo: Tengo el diagnóstico, y ahora?” (Ed. Paradigmas).
La médica comenta que el autismo suele diagnosticarse
durante la infancia; generalmente antes de los 3 años, pero algunas personas no
reciben el diagnóstico hasta la adolescencia o la adultez. Está presente en
aproximadamente 1% de la población y los niños tienen cuatros veces más
posibilidades de ser diagnosticados que las niñas.
¿En qué consiste el Trastorno del Espectro Autista (TEA)?
Las personas con autismo presentan dos características
principales: por un lado desafíos en la interacción social y en la comunicación
y, por el otro, un patrón de intereses, conductas o actividades repetitivas y
restringidas. Es así que, dentro del espectro autista, se tomarán en cuenta
tres dimensiones según lo que la persona necesita en cuanto a estos tres
niveles: nivel de lenguaje, nivel cognitivo y nivel de apoyos.
“El diagnóstico es clínico, es decir, se obtiene a través de
una entrevista psiquiátrica o psicológica basada en la identificación y
reportes definidos como síntomas clínicos. Una de cada 100 personas con autismo
recibe el diagnóstico durante la adultez. Cuando se están cursando diagnósticos
agudos en salud mental, no se recomienda hacer el diagnóstico de autismo”, dice
la Dra. Chullmir.
Autismo en adultos
Aquellas personas que reciben el diagnóstico de autismo a
edades más avanzadas, tienden a presentar comorbilidades en salud mental (por
ejemplo: ansiedad y depresión) que podrían estar relacionados con el estrés a
largo plazo sufrido por los intentos de adaptación a la sociedad.
Las personas con autismo procesan la información de manera
distinta a las demás. No lo hacen mejor ni peor, simplemente de otra manera.
Por esto es que perciben determinadas situaciones y reaccionan ante estas de
manera diferente. Los motivos por los cuales una persona adulta puede solicitar
una evaluación de diagnóstico son variados, como por ejemplo:
Tras recibir el diagnóstico de un hijo, encuentran puntos en
común.
Por sugerencia del equipo tratante de su hijo.
A través del testimonio en alguna red social o medio de
comunicación.
Durante la entrevista con psiquiatría.
Por sugerencia de algún conocido que tiene un allegado con
características similares.
¿Cómo continuar luego del diagnóstico de autismo?
La Dra. Antonella Chullmir asegura que “muchas veces, luego
de la consulta de psiquiatría y de haber recibido el diagnóstico de autismo,
los pacientes preguntan: ¿Y ahora cómo sigo? ¿Cómo le digo a mis papás acerca
del diagnóstico? ¿Qué digo en mi trabajo? ¿Le voy a decir a mi pareja que no me
insista más con tal o cual cosa, etc., etc.?"
Ante esto, se puede comenzar a hablar acerca del diagnóstico
de autismo o de las características del autismo, lo que sea más amigable para
que la persona empiece a compartir con los demás (o como punto de partida para
poder hablar con las personas de su confianza). “¿Cómo comenzar a entender de
qué se tratan las características de esa persona con la que se ha compartido
tanto tiempo y recibe el diagnóstico en la adultez? Tal vez ya se había hablado
de autismo pero nunca de lo que se trataba”, agrega la especialista.
El diagnóstico de la condición del espectro autista nivel 1
(Asperger) en la adultez suele venir con etiquetas que se han escuchado durante
muchos años como “mal educada” por no mirar a los ojos o por hablar acerca de
su tema de interés por un largo rato, “insensible” por no haber llorado luego
del fallecimiento de alguien cercano, “caprichoso” por no haber querido comer
lo que se cocinaba en la cena, “soberbio” por haber corregido el error de la
persona o por haber estado hablando acerca del tema de interés, “mala onda”
porque no le gusta ir a bailar o dejarse abrazar en situaciones de llanto.
“Las personas con autismo pueden escuchar sin mirar, querer
sin abrazar, tener un orden en su desorden, tener sentido del humor y no
entender el doble sentido y disfrutar de la música y paralizarse con el ruido
al pasar en el horario de la salida por una escuela. Las personas con autismo
tienen emociones y las pueden expresar de distintas maneras que pueden no
incluir sonreír, abrazar o una expresión de alegría en su rostro”, concluye
Chullmir.