Cine: “Alien Romulus” la saga popular continúa después de 20 años
Resulta
difícil comentar un estreno como ‘Alien: Romulus’ sin tener en cuenta
expectativas, hypes y precedentes recientes dentro de una saga porque es una
secuela que se disfruta más viéndola que hablando de ella, porque no tiene
mucho de lo que hablar más allá de la experiencia. La nueva secuela de la
franquicia iniciada por Ridley Scott es una película sobre nada que te da de
todo, generosa y al mismo tiempo por debajo de lo esperado.
Porque
lo que se espera o no de una obra puede llevar inevitablemente a la decepción,
al igual que ‘Longlegs’ no fue la película que nos habíamos hecho en la cabeza
al ver sus teasers, así como esta está muy lejos de ser "la mejor secuela
de la saga desde Aliens" como se aventuraron a decir varias las primeras
impresiones, pero lo que sí puede reconocerse es que ambos casos se salen de la
media en su ejecución, siendo imposible no disfrutarlas sin mayor problema.
Retorno
a las raíces de terror
Porque
Fede Ávarez ha concebido un intenso parque de atracciones para fans de la saga
que recupera el terror perdido en buena parte de las secuelas mientras hace un
sangriento “grandes éxitos” de todas aquellas, donde el director replica su ‘No
respires’ en el espacio con un film que parece tener alma de slasher con
chavales, para acabar asimilando literalmente el ADN del clásico de Ridley
Scott. La factura está cuidada al detalle para recordar la ciencia ficción
low-tech de los 70, con un diseño de arte tangible que hoy parece un lujo
insólito.
Por
otra parte, esa fidelidad hace que ‘Alien Romulus’ sea bastante predecible, ya
que prefiere centrarse en secuencias con su propio planteamiento y desenlace
que contar algo en su conjunto. Tiene algo de tren de la bruja disfrutable
lleno de fan service, pero también esconde algunas sorpresas y una coda
bastante arriesgada que dividirá mucho, aunque convierta a su última media hora
en una serie B colosal. Con mucho, lo mejor del conjunto son sus migas de pan
anticorporativistas a costa de Weyland Yutani, la ruptura con la visión
idealizada de las colonias a través de la explotación laboral.
Desde
el principio se va cimentando a la compañía como la gran villana inequívoca de
la franquicia, lo que contrasta aún más con la introducción de una dinámica
juvenil que hereda también de muchas películas de ciencia ficción Disney de los
80 con cadetes de instituto en el espacio como ‘Earth Star Voyager’ (1988) o
‘Spacecamp’ (1986), que aquí se justifica con un enlace con la vida de los
colonos de la compañía que fueron vistos en descartes de ‘Aliens: el regreso’
(1986).
La
secuela matrioska de secuelas
Por
tanto, la propuesta de ‘Romulus’ está condenada desde el principio, lo que tan
solo puede tomarse como una de las miniseries de Dark Horse tomando vida, es
más una nueva, buena, dosis que un renacer. Tiene una voluntad, eso sí, de
multiplicar escenas conocidas, y en ese aspecto la estrella de esta secuela son
los abrazacaras, que, tomando cierta secuencia de ‘Aliens’ (1986) llevada al
extremo, se convierten en una amenaza propia del cine de monstruos de los 50,
llevando la influencia original de ‘El monstruo sin rostro’ (1958) a un nuevo
nivel.
Cuando
pasamos del lugar de los incubadores, pasamos a la de los adultos etc, etc…
acusa la estructura de parecer una colección de habitaciones de escape room
temáticas de la franquicia conectadas, lo que implica la previsibilidad final,
pero también una voluntad lúdica autocontenida en cada nueva set piece, alguna
de ellas memorable. Esta vocación de visita al museo de la franquicia a veces
tiene pasajes terroríficos, como una galería de cadáveres digna de barracón de
feria, pero esto también sirve de antídoto a esas "secuelas puras"
que "eliminan" a las anteriores.
Aquí se reconocen todas, desde las dos primeras entre las que transcurre cronológicamente hasta a los momentos más exóticos de ‘Resurrection’ o ‘Prometheus’. Quizá lo más interesante de este itinerario histórico es que además de recorrer toda la saga, ‘Alien Romulus’ también sabe mirarse en algunas de las decenas de imitaciones propias de la original, llegando a parecer hasta cierto punto una de ellas con más medios y presupuesto. Álvarez parece conocer bien los delirios ginecológicos grotescos de ‘Xtro’ (1982) y su monstruo, los capullos y el body horror de las dos primeras ‘Species’ y por supuesto la llegada al Demeter spacial asolado de ‘Horizonte Final’ (1997).