Los presidente de Brasil, Lula da Silva, de China, Xi Jinping, de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, el primer ministro de India, Narendra Modi, y el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov. Imagen: AFP
El FMI es lo viejo y el BRICS representa lo nuevo en un mundo que busca profundos cambios
La simultaneidad de los eventos hace todavía más atractivo
el acontecimiento. Mientras el directorio del Fondo Monetario Internacional
aprobaba un nuevo acuerdo, luego de una prolongada negociación técnica con
intereses políticos implícitos, el BRICS anunciaba la ampliación del grupo a
varios países, entre ellos Argentina. El primer evento fue el tradicional y
conocido mecanismo de sometimiento a deudores de una de las instituciones
internacionales bajo tutela de Estados Unidos. El segundo, la consolidación de
una organización que aspira a dar respuesta a las necesidades del Sur Global.
El acontecimiento: un paso más en la transformación de las
relaciones de poder global, con el pasado que se repite y el futuro que no se
sabe si puede ser mejor pero al menos abre oportunidades para que lo sea.
En la velocidad de la coyuntura, con la inestabilidad
cambiaria y la vorágine electoral, resulta complejo para no pocos identificar
estos dos eventos como parte de un cambio estructural. Uno, mostró una vez más
los vicios de programas con medidas perturbadoras de la estabilidad. El otro,
es la apertura de la ventana de la cooperación y del financiamiento sin
condicionalidades regresivas.
Una alteración de esta magnitud no es un proceso inmediato,
sino que se va desarrollando en etapas más o menos relevantes. La de estos días
ha sido importante pues además de incorporar otros miembros al BRICS, en el
encuentro de Johannesburgo, Sudáfrica, se definió la estrategia de avanzar en
la desdolarización del intercambio comercial y se indicó el objetivo de
construir otra estructura financiera internacional.
Qué es el BRICS
La agrupación de cinco países (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica) representa casi un tercio de la economía mundial, casi la mitad de
la población mundial, el 30% del territorio global y, en los últimos años,
contribuyó a más del 50% de crecimiento del producto bruto mundial.
Con los países que se están sumando, como Argentina, y los
más de 40 que quieren hacerlo, este grupo ampliado se va a constituir en uno de
los espacios más importantes a nivel mundial.
El Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS ampliado se puede
llegar a transformar en un instrumento clave para modificar la arquitectura
financiera mundial, para orientar créditos hacia el sistema productivo y no
hacia la especulación financiera
Una de las propuestas es la utilización de monedas propias
para las inversiones y el comercio entre sus socios, lo que altera la presencia
dominante del dólar en la economía mundial.
El embajador de Argentina en China, Sabino Vaca Narvaja,
apuntó que el BRICS ampliado puede servir para construir un orden global más
armónico donde la cooperación reemplace a la confrontación; el desarrollo
productivo, a la especulación financiera; el principio de respeto mutuo, al
intervencionismo unilateral; la integración económica, en lugar de las
sanciones anacrónicas; y la transferencia de tecnología, en reemplazo de los
bloqueos tecnológicos.
La decisión del BRICS de ampliarse parece un punto de
inflexión en el orden económico mundial. De todos modos igual sigue siendo un
poder desigual al interior del grupo. China representa el 17,6% del PIB mundial
y es la potencia dominante, seguida por la India en un distante segundo lugar
con el 7,0%, mientras que Rusia tiene el 3,1%, Brasil el 2,4% y Sudáfrica el
0,6%.
La miopía del poder económico local
Una característica saliente de un sector de grandes
empresarios argentinos es confundir la ideología de clase con los intereses del
país e incluso de su propia actividad. El principal argumento que tienen hoy
respecto a las relaciones internacionales refiere a que Argentina necesita
"reafirmar su pertenencia al mundo occidental".
Esto lo dijo el presidente de la Cámara Argentina de
Comercio y Servicios, Mario Grinman, en la inauguración del Council of The
Americas. Es el mismo concepto que expone Carlos Melconian, a quien eligió
Patricia Bullrich como ministro de Economía en caso de ganar las elecciones
presidenciales. Dice que tiene elaborado un programa económico para instalar
"nuevamente a la Argentina en el marco de un capitalismo moderno,
occidental y progresista".
El juramento de Grinman fue en respuesta al anuncio de la
incorporación del país al grupo conformado por Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica, una hora después del mensaje por cadena nacional del Presidente
Alberto Fernández. El dirigente empresarial afirmó que "sin menospreciar
los sólidos vínculos y fructíferos vínculos comerciales que tenemos con
distintas naciones del mundo y que hay que afianzar con un enfoque pragmático,
debemos reafirmar nuestra pertenencia al mundo occidental, siendo consecuentes
con nuestra historia de defensa de la libertad y de la democracia, que para
nosotros tiene que ser fundamental e innegociable".
La observación de la candidata a Presidente de la alianza
PRO-Radicalismo-Coalición Cívica, Patricia Bullrich, diciendo que en su
gobierno Argentina no estará en los BRICS, se ignora por piedad para no abundar
en los zafarranchos de sus comentarios económicos.
La absurda exigencia de tener que elegir entre Estados
Unidos y China
La mención del representante del establishment de ser parte
de Occidente es pueril puesto que ni antes ni ahora, en ningún momento,
Argentina estuvo fuera de esta parte del mundo en términos políticos,
económicos, sociales y culturales.
Se trata de una forma de señalar, en realidad, que el país
tiene que tener una alianza incondicional, sin importar las consecuencias, con
Estados Unidos en su disputa hegemónica con China.
Es un desvarío de un grupo ideologizado, con mucha capacidad
de influencia y pasión por la ignorancia. No hay necesidad de abrazarse en
forma dogmática a uno u otro polo del nuevo poder global. El aspecto medular no
consiste en acomodarse livianamente a lo que ellas pretenden, aspecto
complicado dada la vulnerabilidad financiera y la escasa densidad nacional de
los grupos sociales y económicos locales dominantes.
Para cualquiera que haya estudiado un poco el recorrido de
las relaciones de Estados Unidos y Argentina notará que ambas economías son
competitivas; no complementarias. Esto significa que Argentina vende al mundo
lo que produce en cantidad Estados Unidos. Por eso no se puede esperar de esta
potencia una vocación de cooperación para el desarrollo nacional.
La situación es diferente en el vínculo con China puesto que
son economías complementarias y, por lo tanto, resulta más sencillo transitar
la vía de la cooperación. Esto no implica que no sea necesario un proyecto de
desarrollo propio porque China no va por el mundo con acciones filantrópicas,
sino que persigue sus propios intereses.
El desafío se encuentra entonces en aprovechar las
oportunidades que se presentan en la relación con cada una de las potencias en
relación a un plan propio de desarrollo nacional. Esto último debería ser un
componente esencial, por caso, de los proyectos de expansión de la producción
de materias primas estratégicas (petróleo, gas, minerales –litio-), como
también de los de infraestructura preservando una cuota para los proveedores
locales y reclamando convenios de transferencia de tecnología.
Estados Unidos pide y no da; China da y no pide
Que el nuevo acuerdo con el FMI haya ocurrido cuando se
concretó la invitación a la Argentina para sumarse al BRICS sirve para exhibir
la distinta forma de abordar los problemas financieros que puede tener una
economía en desarrollo.
Los técnicos del Fondo exigieron hasta lograr la devaluación
del peso porque era una condición inmodificable para habilitar el desembolso de
7500 millones de dólares. El ajuste cambiario fue del 22 por ciento e
inmediatamente los precios subieron por lo menos en ese porcentaje. O sea, la
devaluación sirvió poco y nada.
Pese a ello, la devaluación de la moneda nacional forma
parte del típico manual de la tecnoburocracia de Washington exigido a cualquier
país que demande recursos del organismo. No toma en cuenta las particularidades
de cada economía, por caso la argentina bimonetaria, con muy alta tasa de
inflación, pocas reservas disponibles en el Banco Central y elevado
endeudamiento en dólares.
El traslado de una devaluación a precios es muy rápida, más
aún si no forma parte de un plan de estabilización presentado por un gobierno
con fortaleza política, como puede ser la situación al comienzo de una nueva
administración en diciembre próximo.
El saldo de este ajuste fue mayor inestabilidad cambiaria,
económica y social. No generó un descalabro político porque la primera vuelta
de la elección presidencial se realizará en un par de meses, acontecimiento que
permite aislar el impacto negativo en la gobernabilidad de esta medida
cambiaria.
Qué está haciendo China
La estructura financiera internacional que nació al terminar
la Segunda Guerra Mundial, con los Acuerdos de Bretton Woods, siendo sus
pilares el FMI y el Banco Mundial, se está agotando. El caso argentino es una
prueba contundente al respecto.
Tal es el agotamiento que la administración estadounidense liderada por Joe Biden anunció que llevará la propuesta de reformarla en el próximo encuentro del G20. Adelantó que será con la ampliación en la capacidad prestable en 200.000 millones de dólares. No se involucraría en cambiar la lógica de intervención del FMI y el BM, que siguen siendo los brazos financieros de la geopolítica de Estados Unidos.
Esta ampliación del capital para el FMI y el Banco Mundial
tiene el objetivo de competir con la capacidad de financiamiento desplegada por
China en estos años.