El ocaso del general: De las aspiraciones presidenciales a las celdas policiales
A tres meses del intento de golpe, los testimonios
detallan los planes, ambiciones, frustraciones y la caída de Zúñiga.
Han pasado tres meses desde el fallido levantamiento
militar que, por algunas horas, sumió al país en incertidumbre. En este tiempo,
diversos testimonios han ayudado a reconstruir los eventos antes, durante y
después del alzamiento, liderado por el exgeneral Juan José Zúñiga. Según estos
relatos, Zúñiga, quien en su momento fue una figura de alta aspiración, ahora
se encuentra encarcelado y deshonrado.
Antes de la asonada, varios subordinados de Zúñiga ya
habían notado comportamientos que les hicieron cuestionar tanto sus intenciones
como su estabilidad mental. Los planes del general se remontaban a abril o
mayo, cuando organizó una reunión en su casa, en la zona de Irpavi, con
alrededor de nueve comandantes de élite de las Fuerzas Armadas, según
testimonios obtenidos por ERBOL. Dicha reunión, realizada de manera informal,
se llevó a cabo sin registros oficiales. Los asistentes llegaron con vestimenta
casual, un detalle que aún recuerda el excomandante de la Policía Militar,
coronel Raúl Barbery.
Durante esa reunión, Zúñiga pronunció palabras que
dejaron clara su ambición: “Yo no seré como William Kaliman (excomandante en
jefe de las FFAA), que agarró el poder y lo entregó. Yo tomaré el poder y seré
presidente”. Según los testigos, el general expuso tres posibles escenarios de
convulsión social, todos vinculados a la posible inhabilitación de Evo Morales
para postular a la presidencia. El más extremo de estos escenarios implicaba el
"estrangulamiento del Estado", con marchas y bloqueos en las
principales ciudades que obligarían a Luis Arce a renunciar.
El mayor Leonel Sanjinés, comandante de Inteligencia del
Ejército y mano derecha de Zúñiga, fue el encargado de desarrollar un análisis
prospectivo que se presentó en la reunión. Sin embargo, Sanjinés señala que la
reunión terminó con muchas dudas, sugiriendo que Zúñiga buscaba algo más
ambicioso, posiblemente la creación de un partido político militar.
Poco después, Zúñiga trató de acercarse a la Embajada de
Estados Unidos. Aquí entró en escena el activista de derechos humanos Fernando
Hamdan, ahora detenido y señalado como un actor clave en la trama. Según
Sanjinés, en su intento de acercarse a la embajada, Zúñiga adoptó un discurso
distanciado de Evo Morales. En una entrevista televisiva con Jimena Antelo en
PAT, Zúñiga afirmó que Morales no podía ser candidato presidencial, y que él
mismo lo detendría si no respetaba la Constitución, lo que desató críticas y,
finalmente, su destitución.
El 25 de junio, tras una reunión en Palacio de Gobierno,
Zúñiga fue informado de su destitución como Comandante del Ejército. A pesar de
ello, había orquestado una serie de reuniones con militares retirados y seguía
contando con el apoyo de Hamdan. Además, días antes, había ordenado el traslado
de 12 blindados al Estado Mayor, según Edison Irahola, comandante del
regimiento mecanizado.
Según los testimonios, Zúñiga logró el apoyo del servicio
pasivo, presionando al representante de este sector, Tomás Peña y Lillo, con
presuntos delitos en los que estaba involucrado su hijo, también militar.
Durante las reuniones, Hamdan mencionó que había apoyo internacional, citando a
la embajada estadounidense, israelí, la comunidad palestina, la Unión Europea y
la Policía boliviana.
El 26 de junio, el día de la asonada, Zúñiga dio la orden
de movilizar las tanquetas hacia la Plaza Murillo. Los relatos describen un
ambiente caótico, con el general perdiendo el control y ordenando acciones cada
vez más extremas, incluyendo la detención de autoridades y disparar contra
edificios. Sin embargo, muchos de sus subordinados se negaron a cumplir sus
órdenes. Finalmente, Zúñiga se encontró cara a cara con el presidente Luis Arce
en una escena que, según los testigos, resultó ser una "burla" para
el general.
Con sus planes desmoronándose, Zúñiga intentó organizar
un último ataque, pero sus tropas ya no le respondían. Poco después, fue
detenido junto a varios de sus colaboradores, y su caída fue rápida y
humillante. Ahora, recluido en una prisión en Cochabamba, Zúñiga enfrenta
cargos por sus acciones, aunque su defensa alega que no hubo un intento de
golpe, sino una protesta por traiciones internas.