En Argentina la gente hace colas muy largas para comer y lo dice sin ambajes: “El hambre es violencia”

Otilia Ledesma, de 48 años, llegó hace casi dos décadas a Argentina desde Paraguay. Mientras buscaba trabajo, un comedor barrial del asentamiento en el que se instaló la “salvó”: acudía con sus hijos, de ocho años y de seis meses, para asegurarse al menos un plato de alimento al día. Ledesma dejó de comer allí cuando consiguió trabajo y hoy es cocinera en uno de esos centros comunitarios. Espacios como este funcionan hace años en todo el país para dar de comer a personas en situación de vulnerabilidad, pero desde que asumió el Gobierno de Javier Milei organizaciones barriales que coordinan algunos de los comedores critican que el Estado ha dejado de enviarles los recursos. Este lunes denunciaron la “emergencia alimentaria” ante el Ministerio de Capital Humano con una hilera de más de dos kilómetros. “El hambre es violencia; abandonar a los chicos es violencia”, reclamó Ledesma.

Ledesma formó desde antes de las diez de la mañana una fila que arrancaba en las puertas del Ministerio de Capital Humano, en Buenos Aires, y se extendía por 20 cuadras sobre la acera de una de las principales avenidas del país, la 9 de Julio. Hace una semana, la titular de la cartera, Sandra Pettovello, rechazó atender a los referentes de organizaciones sociales que se presentaron allí para pedir alimentos para los comedores barriales y los despachó ante las cámaras de televisión: “Chicos, ¿ustedes tienen hambre? Vengan de a uno, que les voy a anotar el DNI [documento de identidad nacional], el nombre, de dónde son y van a recibir ayuda individualmente”. Las organizaciones tomaron al pie de la letra la propuesta y convocaron a trabajadores y beneficiarios de comedores a formar este lunes una fila para ser recibidos por la ministra.

“Ojalá nos responda (…) La pregunta es: ¿cómo lo va a hacer con la fila que hay? Los comederos están trabajando precariamente y nosotras ya no podemos responder por su responsabilidad [del Gobierno]”, señaló Ledesma este lunes. El comedor en el que trabaja por 78.000 pesos por mes [90 dólares a la cotización oficial] se llama Tacitas poderosas y recibe a 200 personas por día, una cifra que los últimos meses ha empezado a crecer, según asegura. Ella y otras cinco mujeres lo sacan adelante. Además de darles de comer a las personas que llegan, a veces les toca enfrentarse a situaciones para las que no están preparadas, dice: “Te cuentan lo que pasa en las casas y eso me lastima mucho”. En los últimos meses, también han empezado a hacer rifas y a vender ropa usada para poder comprar las garrafas de gas que necesitan para cocinar. “El cuerpo no da, la cabeza no da, el corazón no da, pero seguimos porque si no, no lo hace nadie”, cuenta.