Las protestas en Francia se tornan más violentas y desbordan a la policía

La revuelta francesa ha continuado por cuarta noche consecutiva y ha sido especialmente grave en Marsella, donde, según un líder sindical de la policía, se ha vivido una situación "apocalíptica", con multitud de saqueos de comercios e incendios. El balance provisional en las últimas horas ha sido de 1.311 personas detenidas y 79 policías heridos, según el Ministerio del Interior. La gravedad de la crisis es de tal magnitud que el presidente Emmanuel Macron se ha visto obligado a posponer un viaje de Estado a Alemania previsto para los próximos tres días, hasta el martes, según ha comunicado el Elíseo la tarde de este sábado.


A pesar del despliegue de 45.000 policías, incluidas unidades de elite y vehículos blindados, la insurrección ha proseguido. Se han visto afectadas París y su área metropolitana, Lyon, Lens, Metz, Nanterre y otras urbes. Marsella, que había permanecido relativamente tranquila las primeras noches, se convirtió en un auténtico infierno. El pillaje fue muy intenso. Grupos de jóvenes asaltaron tiendas de todo tipo y muchos estancos. Se vio a individuos que disparaban fusiles kalashnikov, lo que indica que miembros de la delincuencia organizada pueden haberse infiltrado en los disturbios. En Marsella y Nîmes fueron asaltadas armerías.


"Los funcionarios de policía están en un estado de agotamiento físico y mental increíble", dice un líder sindical

El secretario del sindicato Aliance Police en el departamento de Bocas del Ródano -que incluye Marsella-, Rudy Manna, dijo a la cadena BFM-TV que "los funcionarios de policía están en un estado de agotamiento físico y mental increíble". Solo en la última noche hubo 79 agentes heridos. 

Aunque el Ministerio del Interior habló de una "menor intensidad" de la protesta, a nivel global de Francia, comparado con la noche del jueves, especialmente en la región parisina, en algunas zonas se alcanzó un nivel inaudito de violencia. 1 350 vehículos fueron incendiados o destrozados.

El titular del Interior, Gérald Darmanin, pidió el jueves a los prefectos que ordenaran a las compañías de tranvías y autobuses dejar de funcionar a partir de las nueve de la noche. Fue una especie de toque de queda no declarado. Por primera vez salieron a la calle los vehículos blindados más pesados de los que dispone la Gendarmería Nacional.

Horas antes, el titular de Justicia, Éric Dupont-Moretti, envió una circular a los tribunales en la que pidió una respuesta penal “rápida, firme y sistemática” ante las violencias urbanas cometidas por los menores de edad, con consecuencias para sus padres.

Ante la gravedad de la situación, el presidente Emmanuel Macron, que se hallaba en Bruselas para participar en el Consejo Europeo, regresó anticipadamente a París el viernes para participar en una nueva reunión de crisis con un grupo reducido de ministros en el Elíseo. Al término del encuentro, el jefe de Estado consideró “inaceptable” lo que ha vivido Francia las últimas noches. “Nada justifica la violencia”, dijo y lamentó que se haya “instrumentalizado” la muerte del joven Nahel en Nanterre. “Apelo a todos los padres a la responsabilidad”, prosiguió Macron, en alusión a la implicación de muchos menores de edad en los disturbios. El presidente avanzó que pediría que se retiren de las redes sociales “los contenidos más sensibles” y habló con preocupación de un fenómeno de “intoxicación” de los jóvenes por las redes sociales y un “mimetismo de la violencia”. Prometió que se tomarán más medidas y se recurrirá a más medios, pero no mencionó la posibilidad de decretar el estado de emergencia, como piden desde la derecha.

Horas después, Marine Le Pen, excandidata presidencial del Reagrupamiento Nacional (RN, extrema derecha) pidió a Macron que la reciba en el Elíseo.

Los actos de vandalismo, cometidos en efecto por grupos de jóvenes entre 14 y 18 años, han afectado a  multitud de ciudades. Uno de los más graves fue el incendio de 12 autobuses, que quedaron totalmente calcinados, en un aparcamiento de la compañía de transporte urbano de París (RATP), en Aubervilliers, un suburbio de la periferia norte. El ex primer ministro Jean Castex, que ahora dirige la empresa, visitó el lugar para informarse de los destrozos.

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