Foto ilustrada por el diario EL PAÍS
Revelan diario de Luis Roma, otro cura pederasta que vivió Bolivia
Una
investigación encabezada por el periodista Julio Núñez del diario EL PAÍS, reveló
hoy que la Dirección de la Compañía de Jesús, ocultó durante 4 años el diario
del pederasta español Luis María Roma Pedrosa, donde reconoce abusos sexuales
cometidos contra niñas indígenas en la localidad de Charagua en el Departamento
de Santa Cruz, Bolivia.
Núñez reveló
que, en el informe de EL PAÍS que “poco después de que los investigadores
eclesiásticos bolivianos entrasen en la habitación del jesuita español Luis
María Roma Pedrosa, las fotografías de decenas de niñas semidesnudas
aparecieron por todos los rincones: entre las páginas de los libros, en su
agenda personal, del interior de las carátulas de los discos, de los cajones
del escritorio, del disco duro de su ordenador. Muchas de ellas estaban
recortadas por su silueta, otras eran composiciones deformadas, a modo de
collages, en las que se combinaban caras, piernas y brazos de diferentes niñas.
Rodeados de todo aquello, los investigadores se percataron de que estaban en la
guarida de un monstruo”.
El
periodista de EL PAÍS, cuenta que los investigadores jesuitas habían llegado
hasta aquella residencia de los jesuitas en Cochabamba a comienzos de marzo de
2019, por encargo de la cúpula de la orden en Bolivia, por una denuncia
reciente de pederastia contra Luis Roma, conocido como Lucho. Su misión
consistía en reunir las pruebas, entrevistar a posibles testigos y elaborar un
informe con los resultados.
Luis
Roma había escrito a mano durante su estancia como misionero en Charagua, al
sureste del país, entre 1994 y 2005, cómo fotografiaba, filmaba y abusaba de
más de un centenar de niñas, la mayoría indígenas guaraníes.
De las
víctimas, 70 de ellas aparecen identificadas con nombre. Roma detallaba en su
diario las cosas atroces que sentía cuando observaba a las niñas indefensas, y
las dificultades que tenía para ejecutar sus crímenes. Eran 75 folios,
desordenados, muchos de ellos sin fechar y que guardaba en tres carpetas
diferentes. Este es ya el segundo diario conocido de un pederasta jesuita en
Bolivia, tras otra publicación que fue publicada hace un año por EL PAÍS, de
las memorias del sacerdote Alfonso Pedrajas.
El
hallazgo de las memorias de Roma, que hasta ahora no ha visto la luz, fue
bautizado por los inspectores como “Los Manuscritos de Charagua”.
Los
inspectores transcribieron el diario y encargaron un informe pericial
médico-psiquiátrico para estudiar los escritos y analizar las conductas
sexuales del jesuita, por entonces octogenario y postrado en una silla de
ruedas. Paralelamente, una veintena de clérigos y laicos fueron entrevistados
por este asunto. Solo hubo una parte a la que no pudieron acceder: las
víctimas. Viajaron a Charagua, pero nadie quiso hablar con ellos.
Las
pesquisas se alargaron seis meses y las pruebas eran tan numerosas que el
propio acusado firmó ante notario una confesión: “Me dejé llevar, en algunas
situaciones, por actos libidinosos, impropios de un religioso, con niñas de
ocho a 11 años”.
Roma,
murió en Cochabamba el 6 de agosto de 2019 y a los 84 años de edad, a causa de
las enfermedades que arrastraba durante años. Los resultados de la
investigación no se hicieron públicos. La Compañía, orden a la que pertenece el
papa Francisco, no informó a las autoridades civiles bolivianas de sus
hallazgos ni tampoco tomó en cuenta la recomendación de los inspectores, de
indemnizar a las víctimas.
Todo
quedó sepultado en el olvido, hasta hace un año. La publicación de EL PAÍS del
diario de otro jesuita español, Alfonso Pedrajas, en el que admitió que había
agredido sexualmente a al menos 85 niños entre 1978 y el 2000, y aquello causó consternación
en Bolivia.
Solo
tras ese escándalo la orden informó a las autoridades bolivianas sobre la
denuncia que había recibido contra Lucho Roma y le entregó todos los documentos
de sus pesquisas. Es decir, los jesuitas durante cuatro años silenciaron todo
lo que conocían, tanto el material pederasta que guardaron en sus archivos como
los manuscritos. Finalmente, ante la presión mediática y popular, actuaron.
Pero la justicia archivó el caso al no encontrar a las víctimas, y todos los
legajos de la investigación permanecieron inéditos.
Hasta
ahora. EL PAÍS ha accedido a todos los informes periciales, los
interrogatorios, a parte del archivo que Lucho Roma atesoró en su habitación y
a archivos internos de la orden que confirman cómo silenciaron tanto este caso
como otros que este periódico ha destapado en Bolivia, entre ellos, el caso de
Pedrajas y el del jesuita catalán Luis Tó. También ha entrevistado a varias
víctimas de Roma y a seis de los especialistas, testigos, inspectores y
psicólogos que participaron en las indagaciones.
La luz
de estos documentos va más allá del horror de los crímenes de un pederasta que
abusó de decenas de niñas, sino que son una prueba, nunca antes vista, de cómo
suele investigarse la Iglesia a sí misma y cómo luego encierra en un cajón la
verdad de sus pesquisas. Un reflejo del encubrimiento constante durante años.
Por
primera vez, se publica con detalle una investigación interna de la Iglesia
que, en este caso, incorpora un relato en primera persona de un pederasta en
serie.