De la terapia a la pastilla: La crisis de la salud mental en España
El consumo de antidepresivos en España ha experimentado
un incremento del 50% en la última década, situando al país como el tercero de
la Unión Europea con mayor ingesta de psicofármacos. Este fenómeno, agravado
por el confinamiento durante la pandemia y por las limitaciones estructurales
del sistema sanitario, evidencia una tendencia preocupante hacia la
medicalización en lugar de la psicoterapia. Según psicólogos, los médicos de
atención primaria y algunos psiquiatras se han convertido en parte del problema
al recurrir con frecuencia a la prescripción de estos medicamentos sin explorar
alternativas terapéuticas.
Datos del Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2023, publicado por el Ministerio de Sanidad, muestran que en 2022 se alcanzaron 98,8 dosis diarias de antidepresivos por cada 1.000 habitantes, lo que representa un incremento del 48,48% respecto a 2012. Asimismo, la ingesta de hipnóticos y sedantes creció un 22% en el mismo periodo. Estas cifras sitúan a España entre los países con mayor consumo de antidepresivos, solo superado por Portugal y Suecia, y en quinto lugar en el consumo de hipnóticos.
El informe también revela que en 2022, el 10,6% de la población española sufría trastornos de ansiedad, un 8,16% padecía insomnio y un 4,78% enfrentaba cuadros depresivos. La ansiedad ha crecido un 70%, afectando el doble a mujeres (14%) que a hombres (7%), y se ha extendido a un 3% de los menores de 25 años. Los especialistas atribuyen este aumento a la crisis sanitaria de 2020, que agudizó los problemas de salud mental preexistentes.
El psicoanalista Carlos Ledesma, coordinador de la Asociación Española de Acompañamiento Terapéutico, señala que la pandemia disparó la demanda de ansiolíticos al mismo ritmo que la de antidepresivos. Según Ledesma, uno de los factores clave en este fenómeno es la estructura del sistema sanitario español, que promueve la prescripción masiva de estos medicamentos por parte de médicos de familia sin formación específica en psicología. En 2022, más de dos millones de personas tomaban ansiolíticos a diario, y aproximadamente el 90% de las recetas provenían de médicos de atención primaria, no de especialistas en psiquiatría.
Un informe de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), basado en datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), Eurostat y el Ministerio de Sanidad, destaca que la tendencia a medicalizar problemas cotidianos se ha incrementado en la UE debido a la escasez de especialistas y a la falta de recursos en el sistema público. Esta situación empeoró con las estrategias adoptadas durante la pandemia, lo que llevó a un incremento en la demanda de tratamientos farmacológicos.
Ledesma también menciona que la pandemia expuso un perfil hipocondríaco en un sector de la población, lo cual se reflejó en un consumo desmedido de productos como geles hidroalcohólicos y mascarillas, así como en el uso excesivo de psicofármacos. Este comportamiento, ligado al miedo a la enfermedad y la muerte, ha perpetuado un modelo de consumo en el que los psicofármacos se han convertido en la solución principal.
A pesar de ser uno de los países más longevos de la UE, con una esperanza de vida de 83,2 años, y donde el 75,5% de la población valora su salud como "buena o muy buena", España enfrenta una crisis en salud mental. El Ministerio de Sanidad subraya que los determinantes socioeconómicos, como la pobreza y la desigualdad, juegan un papel crucial en la aparición de trastornos mentales. Este contexto hace que las personas afectadas por estos trastornos acudan a los centros de atención primaria 1,5 veces más que el resto de la población, recibiendo atención de médicos generales en lugar de psicólogos o psiquiatras especializados. En 2022, cerca de 5,5 millones de pacientes necesitaron atención psiquiátrica especializada, y se registraron 360.000 urgencias hospitalarias relacionadas con la salud mental.
El análisis pone de relieve un doble problema: un exceso en la prescripción de psicofármacos y la escasez de terapias no farmacológicas. Esta situación ha llevado a una patologización de estados emocionales normales, donde la tristeza se etiqueta como depresión, la angustia como ansiedad y los cambios de ánimo como trastornos bipolares. Ledesma critica la tendencia a recetar "psicofármacos en serie", señalando que en su consulta en Madrid, la mayoría de quienes consumen antidepresivos y ansiolíticos son personas de entre 30 y 40 años, mientras que los usuarios de somníferos suelen ser mayores de 50.
Esta inclinación hacia la farmacoterapia ha sido importada en gran medida de Estados Unidos, donde la presión de las farmacéuticas es considerable. Sin embargo, en países con una fuerte tradición psicoanalítica, como Argentina, se prioriza la psicoterapia sobre la medicación.
Como respuesta a esta problemática, el Ministerio de
Sanidad, a través de la comisionada de Salud Mental, Belén González, ha
comenzado a implementar guías de "deprescripción". Estas guías buscan
reducir el consumo inapropiado de psicofármacos y fomentar intervenciones
psicosociales, psicoterapias y un mayor enfoque en el entorno y la red de apoyo
de cada persona, abordando así los determinantes psicosociales que influyen en
la salud mental.