Decenas de miles de argentinos protestan contra Milei rodeados de fuertes medidas de seguridad
Decenas de
miles de argentinos se manifestaron este miércoles por primera vez contra el
Gobierno de Javier Milei y su duro recorte del gasto público en un clima
de gran tensión. Buenos Aires amaneció con un enorme despliegue policial
en los accesos a la ciudad y las estaciones de tren y este aumentó a medida que
se acercaba el arranque previsto para la manifestación, las cuatro de la tarde.
Los alrededores de Plaza de Mayo fueron blindados con antidisturbios con un
objetivo claro: evitar el corte de calles y garantizar la libre circulación.
Fracasaron en
ese objetivo radical. La elevada participación hizo imposible que los
manifestantes caminaran solo por la acera, como quería el Gobierno. Avanzaron
con pancartas y bombos por todo lo ancho de las dos avenidas que desembocan en
la plaza de Mayo, epicentro de la protesta, y el tránsito tuvo que ser desviado
por las calles cercanas.
“Unidad de los
trabajadores”, cantaba la multitud, mientras algunos se acercaban al cordón
policial para insultar a los antidisturbios y silbaban al paso de los furgones
preparados por si había detenidos.
La
manifestación se celebró en un ambiente tenso, pero sin violencia. Hubo sólo
dos detenidos en un enfrentamiento aislado, en medio de una gran marcha
pacífica convocada por más de un centenar de organizaciones. La idea original
era recordar, como todos los 20 de diciembre, a las víctimas de la violenta
represión que marcó el final del Gobierno de Fernando de la Rúa en 2001. Un
total de 39 personas murieron y cerca de 500 resultaron heridas durante
protestas multitudinarias. Sin embargo, el plan de recorte del gasto anunciado
por Milei la convirtió en la primera protesta contra su administración.
El coto a los
piquetes evidencia un giro de 180 grados en la respuesta estatal a una de las
formas más comunes de protesta en Argentina, que consiste en bloquear calles y
carreteras durante horas, a veces incluso días. En las últimas décadas, ha
habido una gran tolerancia hacia estas manifestaciones y en algunas de ellas
participaron incluso el propio Milei y su ministra de Seguridad, Patricia
Bullrich.
Sin embargo, la
actitud del Gobierno del ultraderechista no es una sorpresa. El control de la
calle fue una de sus promesas de campaña y es la más popular, incluso entre
aquellos que no son sus votantes. El 65% de la población está de acuerdo con
que el Gobierno garantice la libre circulación, según una encuesta del
Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Universidad de Buenos Aires
realizada la semana pasada. Por el contrario, más del 50% se opone a otras
promesas como la dolarización, la privatización de la petrolera estatal YPF, la
desregulación del precio de los alimentos y combustibles y la eliminación de
los subsidios a la energía y el transporte público.
La marcha de
este 20 de diciembre fue convocada con semanas de antelación. La idea original
era recordar, como todos los años, a las víctimas de la violenta represión que
marcó el final del Gobierno de Fernando de la Rúa en 2001. Un total de 39
personas murieron y cerca de 500 resultaron heridas durante dos jornadas de
protestas multitudinarias. Sin embargo, el plan de ajuste económico anunciado
por Milei la convirtió también en la primera contestación a su administración.
El Gobierno hizo
todo lo posible por disuadir a los manifestantes. Pidió evitar la participación
de niños “para no exponerlos al calor y la violencia” y amenazó con retirar las
ayudas sociales a aquellos que cortasen la calle. La población más pobre quedó
así atrapada entre dos extremos: las organizaciones sociales, que animaban a
manifestarse, y el Gobierno, que advertía que no lo hiciesen y habilitó una
línea telefónica para denunciar de forma anónima si los obligaban a asistir a
la marcha. Según fuentes oficiales, más de 9.000 personas llamaron para
denunciar amenazas de las organizaciones sociales.
“El problema de
este país no son las movilizaciones, el problema de este país es que Milei, de
un día para el otro, nos sacó el 50% de nuestro poder adquisitivo con una devaluación”,
señalaba Betina Sanchís, una jubilada septuagenaria en la estación de Once, muy
controlada por policías durante todo el día. Esta mujer asegura que sufre
insomnio por no saber si el año que viene tendrá techo o no, ya que paga un
tercio de su jubilación en la habitación que alquila desde hace 20 años y Milei
ha dejado en suspenso la actualización de las jubilaciones. Sanchís asegura que
los argentinos están acostumbrados a las crisis y a salir de ellas, pero
lamenta la creciente división que ve en la sociedad. “No me gusta nada todo
esto. Es el pobre contra el pobre, en vez de unirnos. Va a terminar muy mal”,
advierte.