Heidi Crowter lucha por proteger la vida de fetos con síndrome de Down en el embarazo
En Reino Unido
el aborto está permitido hasta las 24 semanas de embarazo. Pero si el feto
tiene síndrome de Down una mujer puede optar por abortarlo en cualquier momento
de la gestación, incluso hasta el día mismo del parto.
Para Heidi
Crowter esto es discriminatorio.
"La ley
debería ser igual para todos", sostiene esta británica de 27 años, quien
se ha propuesto lograr que los tribunales de su país modifiquen esa sección
del Abortion Act (Ley de Aborto) que data de 1967.
La joven le
dijo a BBC Mundo que para ella es una batalla muy personal, porque ella también
nació con un cromosoma extra, el trastorno genético que causa el síndrome de
Down.
"Quiero
luchar por los derechos de los nonatos con síndrome de Down para que tengan los
mismos derechos que todos los demás", explica.
"Lo que
nos define como seres humanos es quiénes somos, no qué problemas tenemos",
afirma.
Por ahora tanto
el Tribunal Supremo (High Court) como el de Apelaciones han denegado
su pedido, afirmando que la actual norma no menoscaba los derechos de las
personas que viven con discapacidades.
Pero Heidi no se da por vencida y ya ha anunciado que llevará su caso ante la Corte Suprema, la instancia más alta del Poder Judicial.
"Paquete
sorpresa"
Hablando por
videoconferencia desde la ciudad inglesa de Coventry, en el centro del país de
Inglaterra, la activista señaló que entiende el temor que sienten muchos padres
cuando se enteran que su bebé tiene trisomía, el nombre formal del trastorno
genético.
"Mis
padres recién se enteraron de que yo tenía Down cuando nací, y lo primero
que sintieron fue miedo", relata.
"No sabían
qué esperar, pensaban que nunca iba a poder independizarme, que nunca me
casaría".
Además, al
igual que muchos niños con síndrome de Down, Heidi tenía problemas de
salud.
"Mi primer
año de vida fue muy duro porque nací con un agujero en el corazón y debieron
operarme. Entraba y salía de hospitales. Aún tengo la cicatriz en el pecho
", revela.
"A mis
padres les tomó casi perderme para empezar a amarme, cuando se dieron cuenta de
que simplemente era una beba que necesitaba amor", dice.
Tanto la
terminaron amando que cuando era pequeña incluso escribieron un libro sobre
su infancia, llamado "Paquete sorpresa".
Heidi, la
tercera de cuatro niños, se crió con sus dos hermanos y su hermana más pequeña.
Iban juntos a
la escuela local -ella con ayuda de una maestra integradora- y cuando se graduó
de la secundaria empezó a trabajar en una peluquería para niños y a estudiar
Servicio al cliente en un instituto superior.
A los 20 años
se mudó sola, "a dos autobuses de la casa de mis padres", cuenta.
Cuando llegó la
pandemia, como tantos otros negocios, la peluquería cerró.
Sin embargo,
Heidi tuvo otras distracciones durante el largo período de restricciones:
mantuvo una relación de larga distancia con James, un joven al que
había conocido a través de una prima segunda, y que vivía a unas cuatro horas
de Coventry.
Heidi y James, quien también tiene síndrome de Down, se enamoraron y un año después ya estaban comprometidos.
"Pensar
que mis padres estaban preocupados de que nunca me casaría y al final tuve
tres ceremonias", se ríe la joven, explicando que, debido a las
cuarentenas, debió organizar tres eventos, primero el civil y un festejo
pequeño, y luego uno más tradicional y grande cuando el covid lo permitió.
James se mudó
al departamento de ella, donde la pareja aún reside.
100% de abortos
Heidi comenzó a
hacer activismo político en 2018, luego de que el gobierno británico introdujo
en el sistema público de salud un test opcional para embarazadas que
permite, a través de una prueba no invasiva, determinar si un feto tiene
síndrome de Down.
El objetivo era
reducir el número de embarazadas que recurrían a pruebas de diagnóstico más
arriesgadas para descartar la anomalía.
Pero los
críticos, como Heidi, advirtieron que llevaría a más mujeres a decidir abortar
a bebés con Down.
Hoy se estima
que el 90% de las gestantes británicas que reciben este diagnóstico
deciden poner fin a su embarazo.
"Si hay
más pruebas, cada vez nacerán menos niños. En algunos países, como
Islandia, el 100% de los bebés con Down son abortados", señala.
Heidi se unió a la ONG Don't Screen Us Out (No nos filtren), convencida de que estos abortos se producen "porque la gente no está recibiendo la información adecuada".
"Muchos
padres, al igual que los míos, temen lo que no conocen. Y la institución médica
les dice puras cosas negativas, por eso tantos eligen abortar",
señala.
Heidi reconoce
que los niños con Down requieren más asistencia, ya que suelen tener
dificultades de aprendizaje y muchas veces también tienen problemas cardíacos,
visuales, auditivos, digestivos o endocrinológicos.
Pero considera
que eso no es justificación para que se permita abortar a los fetos con
trisomía más allá del límite que existe para los bebés sin
discapacidades.
"No
queremos que nos vean como un problema... No existe un bebé perfecto",
subraya, afirmando que en su país los padres de niños con Down pueden recurrir
a organismos de ayuda para encontrar apoyo.
Batalla
judicial
Heidi cuenta
que el Abortion Act no solo afecta a fetos con síndrome de Down.
"La ley también permite los abortos durante toda la gestación por cosas como paladar hendido y pie zambo, cosas fácilmente corregibles. Es un shock", señala.
Literalmente,
el texto señala que pueden extenderse más allá de las 24 semanas de gestación
los abortos cuando "exista un riesgo sustancial de que, si el niño
naciera, sufriría anomalías físicas o mentales tales que quedara gravemente discapacitado",
algo que hoy incluye el Down.
Lynn Murray
de Don't Screen Us Out le dijo a BBC Mundo que otros países, como
Islandia y Dinamarca, también tienen legislaciones que permiten abortos
hasta el final de la gestación en casos de síndrome de Down u otras
discapacidades, y que en esos países casi todos los bebés con trisomía son
abortados.
Para Heidi la
legislación británica, que fue sancionada hace más de medio siglo, está totalmente
desactualizada.
"Cuando se
aprobó, las personas con Down no podían ir a la escuela y eran internadas en
institutos. No tenían los tratamientos ni la tecnología que existe hoy",
señala.
La joven aclara
que respeta el derecho de las mujeres a elegir si continuar con su embarazo,
pero cree que no se debería hacer diferencias entre bebés con y sin
discapacidades.
"Los jueces dicen que la ley no afecta los derechos de las personas que vivimos con Down, pero yo me siento estigmatizada", sostiene.
"Cuando
veo a mi sobrino, que es un bebé, me pregunto por qué mi vida es menos
valiosa que la de él. O la de mi mamá o de mi papá".
"Hay que
dejar de pensar en el Down con la mirada vieja, de hace décadas, y verlo bajo
una nueva luz más positiva", pide.
"Las
personas necesitan a otras personas diferentes, necesitamos variedad",
responde a la pregunta de por qué cree que un mundo sin personas con síndrome
de Down sería algo malo.
"Sí, es duro tener un hijo con síndrome de Down, pero hay enormes recompensas al final", afirma la activista, quien hace poco se dio el gusto de escribir la segunda parte de la biografía que sus padres le habían dedicado en 2003.
"Solo soy Heidi: viviendo al máximo con síndrome de Down" -que publicó la editorial de su tío- describe su vida de adulta, incluyendo sus batallas legales, su vida de casada y su actual trabajo como ayudante de maestra para niños con Down.
El título del
libro alude a un concepto que ella reitera durante esta entrevista: "No
soy un síndrome, soy una persona, soy Heidi".
"Todos
somos asombrosos tal cual somos".