La magia del aceite de oliva: la sangre de la aceituna
Hablamos de una maravilla, de
uno de los inventos fundamentales de la civilización, verdadera base de la
dieta mediterránea. El aceite de oliva virgen es la grasa mágica, la más saludable a la que haya tenido
acceso la humanidad y con una historia transcendente detrás.
Del olivo tenemos constancia
desde los tiempos bíblicos. Aparece en el
texto sagrado y forma parte de la mitología cristiana. Noé, cuando termina el
Diluvio, recibe la paloma con una rama de olivo que le indica que están bajando
las aguas.
Es un árbol claramente
mediterráneo, pues se adapta a nuestros tórridos veranos. Resistente a la
sequía, previene la desertificación. Su hábitat se concentra en latitudes de
alrededor de 30 y 45 grados en el hemisferio norte y sur, en regiones
climáticas con veranos secos.
Su zumo ha sido considerado como
el oro amarillo o verde y, gracias a su composición en ácidos grasos mono y poliinsaturados, hoy la ciencia
confirma que es un gran aliado de la salud, especialmente si se toma crudo y es
virgen extra.
Puede prevenir accidentes
cardiovasculares, favorece el buen funcionamiento del hígado, dificulta la
formación del llamado colesterol malo (LDL, o lipoproteínas de baja densidad),
auspiciando el bueno (HDL, de alta densidad).
Su naturaleza benéfica tiene
relación con que es una grasa que se obtiene por presión,
sin disolventes, calentamientos, o aditivos. Es manjar directo de árbol, sangre
de aceituna.
Lo llamamos aceite porque el
nombre nos lo dejaron los árabes, azzáyt (zumo de
aceituna). También supieron apreciarlo, especialmente en el valle del
Guadalquivir. Todavía mantenemos algunas de sus costumbres agrícolas, como
vincular naranjos con olivos. Los catalanes, en cambio, lo llaman oli, pues aún conservan la raíz latina de oleum. Los romanos fueron los que asentaron el
cultivo en la península.
Los registros arqueológicos nos
llevan al neolítico, antes de la invención de la escritura. Seguramente
provenga de Asia Menor, donde crece salvaje, y después se fue desperdigando con
las primeras civilizaciones mediterráneas (los egipcios ya lo conocían y se han
encontrado momias con coronas de olivo).
Se cree que fueron los pueblos
que habitaban en la actual Siria los primeros en domesticarlo. Navegantes
fenicios y griegos lo expandirían por el Mediterráneo, tomando primero el
sureste (Chipre, Argelia, Túnez), y luego el norte continental.
Quizás en España entró a través
de la Bética (Andalucía), pues Julio César ya cita el cultivo de esta región, o
a través de los colonos griegos en Ampurias (Catalunya). Ya en tiempos de los
romanos el aceite hispano tenía fama de gran calidad, algo
que por suerte no ha cambiado.
Periodos históricos, como la
conquista de América o la Ilustración, multiplicarían su impulso comercial,
siendo hoy nuestro país el que tiene más hectáreas cultivadas del mundo, por
encima de Italia y Grecia. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y
Alimentación, en 2020 había más de 2,5 millones de hectáreas de
olivares en España.
Bueno para la salud
Gran parte del cultivo mundial
del olivo sigue siendo tradicional. Lo que ha cambiado es la apreciación
científica. Aunque en ocasiones se ha estirado el asunto, como ha ocurrido con
otros alimentos, ensalzando propiedades que no tiene o que no están
demostradas, las investigaciones más rigurosas sí han encontrado beneficios,
especialmente si se compara con otras grasas de uso común.
Destaca por su alto contenido en
ácido oleico y es más equilibrado que otros aceites extraídos de semillas. Por
su método de elaboración, al ser un zumo, si es virgen, conserva las propiedades antioxidantes y vitaminas (A, D, E y
K) del fruto, que se mantienen activas si se toma crudo, por ejemplo, en una
tostada o ensalada.
Se calcula que en la dieta
mediterránea el 15% de la energía proviene del aceite de
oliva. Su consumo habitual puede protegernos de la oxidación,
reduciendo el riesgo de cardiopatía coronaria. Las grasas monoinsaturadas
tienen un efecto protector en la hipertensión, y pueden ayudar a prevenir la
diabetes y la obesidad (siempre que se tomen cantidades razonables).
La presencia de vitaminas y de
polifenoles hacen que este jugo sea una de las mejores opciones en la dieta.
Los antiguos fueron sabios y tal vez nos dejaron uno de los mayores regalos.
Algo de lo que tendríamos que estar orgullosos, un chorrito de pura vida. Es
una pena que se esté volviendo tan caro, sería una desgracia perderlo./ PUBLICO.ES