Santiago Abascal, líder de VOX de España, a la izquierda
Líder del fascistoide VOX español anuncia pelea contra gobiernos progresistas de América Latina
El candidato al gobierno de España y máximo dirigente del
partido de extrema derecha Vox, Santiago Abascal, volvió a arremeter contra
todos los gobiernos de izquierda latinoamericanos, a los que tildó de “cárteles
de comunistas y narcotraficantes”.
Afirmó que, de llegar al poder, como se anticipa que puede
suceder si el partido de la derecha tradicional, el Popular (PP), gana la
elección del próximo domingo, pero sin la mayoría necesaria para formar
gobierno, lo dejaría en la disyuntiva de aliarse con Vox o con el Partido
Socialista Obrero Español, el cual ocupa actualmente el Ejecutivo.
Cierto es que, en una circunstancia semejante –muy probable,
según la mayoría de las encuestas–, el partido fascistoide de Abascal intentará
imponer su agenda en política exterior, en la que defiende la beligerancia
diplomática y política contra las naciones gobernadas por formaciones políticas
de izquierda o progresistas, como Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba,
México y Venezuela, entre otros.
El líder fascista anunció que emprendería “acciones
diplomáticas” inmediatas contra toda nación de América Latina cuyas autoridades
denuncien el genocidio perpetrado por los conquistadores hispanos desde su
llegada al continente (proceso al que los ultranacionalistas hispanos califican
de “leyenda negra”), o que simplemente “hablen mal de España y de los
españoles”.
No debe perderse de vista que el programa de Vox incluye la
persecución penal de todos los disidentes políticos en asuntos de identidad
nacional, la supresión de las comunidades autónomas y la anulación de los
sistemas judiciales regionales para instalar un centralismo en abierta
violación a las soberanías locales, la restauración política del franquismo
mediante la derogación de la Ley de Memoria Histórica, la expulsión inmediata
de todos los inmigrantes indocumentados, incluso si se trata de menores de
edad, el fundamentalismo religioso en lo que sus partidarios entienden como
“protección de la identidad cristiana de Europa”, la idea de que la Ley de
Violencia de Género “convierte a los hombres en culpables por el hecho de ser
hombres”, la cancelación de los derechos conquistados por las diversidades
sexuales y el embate contra los derechos reproductivos de las mujeres por
considerar el aborto “una aberración moral y jurídica”.
La probabilidad de que un grupo con semejantes banderas se
integre al gobierno español supone un riesgo insoslayable de retrocesos
democráticos y en materia de derechos humanos en el país ibérico, así como la
amenaza de una ruptura profunda y perdurable con América Latina, porque los
planes de Abascal supondrían una injerencia ilegal e inadmisible en los asuntos
internos de Estados soberanos que sería enérgicamente rechazada por los
gobiernos progresistas, celosos de la independencia ganada con grandes
esfuerzos y sacrificios hace más de dos siglos.
Con todo, la agresividad de Abascal no sería hoy día tan
perniciosa para las naciones de este lado del Atlántico cuanto devastadora para
la propia España: mientras Latinoamérica puede encontrar nuevos socios e
inversionistas en el resto de Europa, en Estados Unidos, en India y en China
–cuyo peso económico en la región se acrecienta cada día–, los consorcios de
España carecen de opciones tan atractivas como las que se le abrieron en el
subcontinente, donde sus multinacionales extraen recursos y obtienen tasas de
ganancia muy superiores a las que alcanzan en su país de origen.
Lo que Abascal y sus simpatizantes tendrían que entender es
que hace más de 200 años, a raíz de los procesos de independencia en América,
España dejó de ser el centro gravitacional del mundo de habla hispana; hoy, la
insolencia neocolonialista de la ultraderecha peninsular podría llevar a un
alejamiento de América Latina y a un proceso de decadencia similar –guardando
las diferencias– al que sufrió en aquel entonces./La Jornada/Mex