El presidente de El Salvador, Nayib Bukele. 3 de febrero de 2019.
Nayib Bukele, el líder político conocido por su enfoque firme de la 'mano dura', es reelegido al poder en El Salvador
Un inmenso mural de campaña en una fachada de San Salvador
con el rostro de Nayib Bukele, reelecto este domingo por una mayoría
aplastante, lleva un lema que le va como anillo al dedo: "Paso a
paso".
Así es como este político de 42 años con pelo engominado,
declaradamente populista y difícil de encasillar políticamente, ha ido
convenciendo a los salvadoreños de que a cambio de darles seguridad en las
calles con su mediática política de mano dura contra la violencia pandillera, a
costa de los derechos humanos, le dieran carta blanca para concentrar todo el
poder en su puño.
Eso incluye un régimen de excepción que dura ya casi dos
años y con el que ha puesto tras las rejas a más de 70.000 personas, acusadas
de pertenecer a las maras. Con eso, El Salvador pasó a convertirse en uno de
los países más seguros de América y él en el líder más popular de la región
latinoamericana, según el Latinobarómetro de 2023.
Pero esa medida extrema de suspensión de las garantías ha
desatado las alarmas entre los organismos de derechos humanos y familiares de
personas víctimas de detenciones arbitrarias, torturas en las cárceles y otros
crímenes de Estado.
Su victoria, más que augurada en los sondeos, le convierte
en el primer presidente en ser reelegido desde la llegada de la democracia en
1992 al país más pequeño de Centroamérica, de poco más de seis millones de
habitantes.
Pero si lo ha hecho no es solo porque contaba con el favor
de gran parte de la población, sino porque, según varios juristas, su
candidatura violó la Constitución, que en varios artículos prohíbe expresamente
la reelección inmediata.
¿El fin justifica los medios?
Bukele, hijo de un acaudalado químico y empresario
descendiente de una familia de inmigrantes palestinos, ha demostrado
sobradamente que se mueve por aquello de que "el fin justifica los
medios" desde que irrumpió en la política.
Tras abandonar sus estudios de derecho, se puso al frente
de la empresa de publicidad fundada por su padre, un negocio que le llevó a
dominar el arte de la propaganda política a través de las redes sociales y que
proveía servicios al gobierno del Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (FMLN), la antigua guerrilla de izquierda que gobernó el país entre
2009 y 2019.
Fue con ese partido que entró en política, primero como
alcalde del municipio de Nuevo Cuscatlán (2012-2015) y luego de San Salvador
(2015-2018), donde destacó entre otras cosas por la pacificación del decaído
centro de la ciudad.
Su idilio con el FMLN terminó pronto, cuando fue expulsado
en 2017 tras ser culpado de promover la división en el partido por sus
discrepancias con la cúpula del partido izquierdista.
Pero en esa época él ya tenía ambiciones presidenciales.
Fundó su partido actual, Nuevas Ideas (NI), con el que no pudo postularse a los
comicios de 2019 debido, según él, a maniobras opositoras.
Finalmente, con el aval de su popularidad, concurrió y ganó
en primera vuelta con el centroderechista Gran Alianza por la Unidad Nacional
(GANA), una escisión del derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena).
Con esa victoria, terminó con el bipartidismo con el que
Arena y el FMLN se habían repartido el poder desde 1992, cuando se firmó el
acuerdo de paz tras 12 años de guerra civil./ RT