A un mes del fallido intento de golpe militar 26j

Aunque el trabajo de investigación policial y judicial continúa y todavía hay varios elementos que están sujetos a la pericia y que en los siguientes días esperamos poder dar a conocer al público, podemos hablar de los efectos políticos e históricos de un hecho tan lamentable como lo acaecido el pasado 26 de junio de la gestión en curso, cuando un grupo de militares se movilizó con la intención de tomar el poder político.

El año 1982, después de constantes idas y venidas, Bolivia por fin ingresaba a una nueva era democrática y recuperaba su institucionalidad perdida el año 1964 cuando el exvicepresidente del país René Barrientos realizó un golpe de Estado a Víctor Paz Estenssoro haciéndose con el control del Estado. Desde aquellas jornadas, las FF.AA. ingresaron a la política boliviana para subordinarla a lo que se conoció después como el Plan Cóndor de control geopolítico regional.

Después se turnaron en el poder diversas facciones del ejército, desde las más progresistas y populares como Juan José Torres, hasta las más reaccionarias y que dañaron mucho al país como Hugo Banzer Suárez y García Meza, sin embargo, todas tenían algo en común: el irrespeto al voto popular y a la institucionalidad democrática.

Volviendo al año 1982, en Bolivia se reestructuraba la política nacional institucionalizando la democracia como la única manera de acceder al poder mediante las urnas de manera pacífica, ese consenso fue honrado constantemente a lo largo de lo que se consideró como la “democracia pactada”, la cual con sus limitaciones y su subordinación a la doctrina neoliberal imperante en ese entonces, fue la forma de rotación en el poder que se usó para evitar que poderes fácticos e institucionales tomarán las riendas del país con violencia.

Fue así hasta el año 2005 cuando, debido a varios levantamientos populares contra las medidas neoliberales impulsadas por determinadas élites que estaban saqueando los recursos de nuestra Patria, el MAS-IPSP ganaba las elecciones con más del 50%, construyendo un hito en la historia contemporánea de Bolivia.

Desde aquel entonces, la democracia mediante el voto se convirtió en la forma de ampliar los derechos de las grandes mayorías con una nueva Constitución Política y con la nacionalización de nuestros recursos naturales.

Lastimosamente, esto duró hasta la gestión 2019, cuando debido al interés reeleccionista del expresidente Morales diversos sectores sociales reaccionarios y otros impulsaron un golpe de Estado que terminó con militares en traje de campaña posesionando a una exsenadora sin seguir las normas de sucesión constitucional y efectuando las masacres de Senkata y Sacaba.

El año 2020, después de casi un año de gobierno de la señora Añez, el país recuperaba su democracia a la cabeza del presidente Lucho y el vicepresidente David con más del 55% (3,4 millones de votos), y de esta manera reencauzando la democracia.

En este contexto es que el país vivió el pasado 26 de junio una asonada militar o un intento de golpe militar que trataba de interrumpir militarmente el proceso democrático en el país y retrotraer nuestra Bolivia a las oscuras jornadas de las dictaduras militares con perseguidos, exiliados, muertos, familias destruidas, etc., pero eso no era todo, detrás de esa aventura militarista se encontraba el interés de restaurar privilegios de viejas élites caducas y liberar a las personas responsables de lo acaecido el año 2019 (supuestamente presos políticos), como el mismo general Zuñiga lo expresó y como se pretendía realizar según el supuesto “discurso” de posesión encontrado en las investigaciones.

Los golpes militares no son solo hechos de fuerza donde un puñado de las FF.AA. toman el poder para satisfacer algún apetito de poder que tengan, son hechos políticos que buscan beneficiar a determinadas dirigencias sociales y políticas, las cuales son actualmente las defensoras de la teoría del “autogolpe”, porque buscan ocultar el verdadero riesgo de que se concrete un golpe militar en el país.

Asimismo, lo ocurrido no es para tomarlo a la ligera, la posibilidad de que fuerzas armadas ingresen a la política boliviana de manera violenta significa que la democracia mediante el voto ya no sería la única manera de llegar al poder y controlar el Estado, sino que la democracia se convierte en una de las tantas maneras de acceso al poder, lo que nos obliga a vivir en un estado de indefensión que pone en riesgo la democracia desde el año 1982.

Sin embargo, a pesar de esto, el intento de golpe militar fallido no se concretó y el grueso de las FF.AA. son respetuosas de la institucionalidad, de la democracia y de la Patria porque saben que las FF.AA. son protectoras del pueblo.

Finalmente, es importante mencionar que un intento de golpe de Estado de esta naturaleza puede estar en constante avance, porque siempre habrá sectores que buscan acceder al poder mediante la fuerza porque no pueden hacerlo mediante las urnas, sin embargo, es tarea de todas y todos proteger lo que tanto costó a nuestro país: la democracia.

Eduardo Del Castillo