Nuestra actitud hacia las equivocaciones también modela la de nuestros hijos. (Foto: ilustración Shutterstock)

Por qué es importante reconocer nuestros errores ante nuestros hijos e hijas

Errar es humano, más aún frente a los desafíos que supone la crianza. Como madres y padres un deseo común es que nuestros hijos e hijas aprendan a reconocer sus equivocaciones, puedan hacerse cargo de ellas y asuman que todo acto tiene su consecuencia.

Sin embargo, no siempre nos resulta fácil seguir este ejemplo cuando somos los adultos quienes incurrimos en el error. La psicóloga infantil María Laura Lezaeta (M.N. 64105) reflexiona al respecto y afirma a Clarín que esta dificultad podría provenir, en gran medida, de una vieja creencia: si un padre o una madre reconoce ante sus hijos que cometió error y pide disculpas por ello, esto se traduce en un signo de debilidad.

"Dicha creencia puede provenir de sus propias infancias ―afirma la especialista―, habrán convivido en un ambiente en donde sus adultos referentes no pedían disculpas y no reparaban sus acciones ni tomaban registro del daño físico o emocional que sus conductas podían ocasionar en ellos/as cuando eran niños/as”.

En viejos modelos de crianza estaba presente el temor de que si los adultos pedían disculpas, eran débiles frente a sus hijos e hijas (Foto: ilustración Shutterstock)

En viejos modelos de crianza estaba presente el temor de que si los adultos pedían disculpas, eran débiles frente a sus hijos e hijas (Foto: ilustración Shutterstock)

Pero aquellos modelos, dice Lezaeta, están siendo interpelados y actualmente cada vez hay más adultos comprometidos en “poder derribar estas creencias, registrarlas, cuestionarlas y reflexionar sobre ellas”.

El objetivo, en palabras de la psicóloga infantil, es “poder brindarles a nuestros hijos una de las tantas lecciones importantes de la vida: somos seres humanos y todos (grandes y chicos) nos podemos equivocar; pero en cada equivocación podemos y tenemos la responsabilidad de reparar nuestras acciones, reconociendo cuando nos equivocamos, pidiendo disculpas y asumiendo las consecuencias de nuestras acciones”.

Lezaeta aclara que poder tener la fortaleza de disculparnos si la situación lo amerita no implica perder nuestro rol como cuidadores y figuras de autoridad. Si, en cambio, nos habilita a predicar con el ejemplo cuando queremos educar a nuestros hijos/as en valores. “Nuestros hijos e hijas nos observan todo el tiempo, de hecho, aprenden por imitación y observación, por lo que es importante que podamos registrar y reconocer cuando nos equivocamos ante ellos, de esa manera aprenderán hacer lo mismo cuando no tomen decisiones acertadas o hieran

En otras palabras, no sólo se fomenta el diálogo, también “posibilita que ellos [niños y niñas] puedan comprender que nosotros, sus adultos referentes, no somos perfectos, que nadie lo es”. Pero, sobre todo, nuestra actitud puede mostrar que no está mal reconocer nuestros errores y que es muy loable buscar reparar algo que hayamos hecho mal con la intención de seguir fortaleciendo y cuidando nuestro vínculo con ellos.

 

“Hay que tener presente que está en nuestras manos la oportunidad de enseñarles a nuestros hijos que cada uno de nosotros está a cargo de las elecciones y decisiones que tomamos cada día y que es importante desarrollar la capacidad de registrar y reconocer cuando son desacertadas para poder aprender de esos errores y esforzarnos por mejorar y crecer como personas”, asegura Lezaeta.

A modo de ejemplo, afirma: “Si tenemos el acto de nuestro hijo al mediodía y llegamos tarde al evento porque a último momento nos pusimos a ordenar cosas de la casa y salimos a las apuradas, en vez de echarle la culpa al tránsito, es importante pedirle disculpas y expresarle a nuestro hijo que lamentamos haber llegado tarde, que entendemos su enojo o angustia por no haber llegado a horario y haber estado desde el inicio del acto”.

“Como toda lección de vida que querramos cultivar en nuestros hijos día a día, el aprendizaje siempre empieza por uno mismo”, añade la psicóloga. Es que, si no nos pesa admitir nuestras equivocaciones y tratar de enmendar algún error, también tendremos mayor autoridad y presencia para los chicos a la hora de acompañarlos y ayudarlos a manejar sus errores.