Potosí tiene el restaurante San Marcos en un ingenio que data del año 1600

Ubicado en lo que fue uno de los ingenios más importantes de la minería de la plata, Restaurante San Marcos es uno de los espacios más icónicos de Potosí. En este místico ambiente ahora restaurado, el brillo de los minerales cambió por los platos a la carta en un restaurante-museo que, respetando todas las estructuras originales del singular ingenio, propone un descanso gastronómico para ingresar a los mejores sabores de la cocina potosina, incluyendo la cotizada carne de llama.

El restaurante en sí es un museo, que aún tiene un molino de agua que funciona eventualmente para los turistas, así como una pequeña tienda de artesanías.

La infraestructura del San Marcos fue construida en el siglo XVI, bajo mandato del virrey Toledo. Pasó de la fiebre de la plata al auge del estaño. Ahora, vive gracias a un proyecto de restauración y a su cocina.


El fulgor argentino inspiró varios latidos. Las poleas, cribas hidráulicas, molinos y otros ingeniosos mecanismos empezaron a girar imbatibles en el siglo XVI, impulsados por el vigor del agua galopante. Potosí acababa de encontrar su destino grabado en la plata y exploraba las venas chispeantes de su Cerro Rico, el gigante que entregaría sus entrañas a quien quisiera explorarlo. Las lagunas saltaban un tras de otra cruzando el agreste paisaje. Y el agua, génesis de la vida, lo era entonces de la creciente industria.

La explotación y el procesamiento de minerales que comenzó en Potosí dio lugar a una estructura productiva muy compleja, tanto social como tecnológica. De esta última, surgió la "ribera de los ingenios". A partir de la extracción de mineral en el famoso Cerro Rico, los mineros de la colonia conformaron una cadena de 15 kilómetros de extensión con más de 132 cabezas de ingenios mineros que requirieron para su funcionamiento la construcción de 24 lagunas artificiales. El futuro era promisorio y Potosí crecía vertiginosamente, igualando en su población a ciudades cosmopolitas como París y Londres, entre otras.

El ingenio de San Marcos ocupaba la parte central de este tramo que atraviesa la ciudad de Potosí, siendo paso obligado en el actual recorrido propuesto por el estudio de recuperación de la ribera de los ingenios, dependiente del Plan de Rehabilitación de Áreas Históricas de Potosí (PRAHP).

Con la decadencia de la industria metalúrgica en el presente siglo, el brillo de los minerales cambió por los platos a la carta en un restaurante-museo que, respetando todas las estructuras originales del singular ingenio, propone un descanso gastronómico entre las visitas tradicionales a la ciudad para ingresar a los mejores sabores de la cocina potosina, incluyendo la cotizada carne de llama.

Dirección:

Calle Betanzos (esquina con Calle La Paz), Potosí, Bolivia


El esplendor del siglo XVI: maquinarias antiguas de la época de la plata

Una criba hidráulica para gravas y arenas de tamaño grueso se usaba antes para cernir las partículas más ligeras. La criba aún existe, pero fue convertida en una mesa con que el ingenio San Marcos recibe a su nutrido público. La construcción data del siglo XVI y fue un encargo del virrey Toledo realizado entre los años 1572 y 1600. El resto de los ingenios de la ribera está totalmente destruido.

Esta planta tenía una extensión media de una hectárea, de la que se habilitó apenas un 10 por ciento en esta primera fase del proyecto. La parte más emblemática consiste en un acueducto muy largo de piedra calicanto. Junto a él está el cárcamo, la zona donde se une a una rueda de 6,5 metros de diámetro que gira con la caída del agua. El movimiento de dicha rueda accionaba todo el sistema de molienda de mineral, pues impulsaba las cabezas de piedra que caían con todo su peso sobre el material.

Esta rueda servía para la preparación de la amalgamación de la plata durante la época de la colonia. Con la caída del precio de la plata y la disminución del material puro, que causó además el abandono de una de las ciudades más pobladas del mundo en el siglo XVI, la situación minera colapsó.

Sin embargo, habrían de llegar otros fulgores. A principios del siglo XX, el rústico sistema se adaptó para recibir al nuevo soberano: el estaño, el tan cotizado metal del diablo. Pero el precio también bajó y la nacionalización de las minas frenó el desarrollo tecnológico. De estas cenizas se levanta el hoy café-restaurante-museo, que se sumerge en la maquinaria dormida que no se ha movido de su lugar original, como si temieran que, al despertarla, percibiese con horror el inclemente paso del tiempo.

El molino de agua es el mayor atractivo de toda la infraestructura. Está junto al restaurante y todavía se pone en funcionamiento de manera esporádica para el turismo. Se trata de una rueda con dos cabezas que permiten el accionar de cinco albadanatas, pesadas piedras que suben y bajan de forma intercalada. Unidas por un tronco de tajibo, las albadanatas entran en funcionamiento como si de un hermoso baile se tratara: primero se levantan tres y luego dos, cayendo como impávidos verdugos impulsadas por la fuerza de su propio peso sobre las piezas de mineral, dejándolo listo para ser sometido a toda clase de artes metalúrgicas.

Detrás del restaurante se esconden los restos de dos hornos. El primero es relativamente más moderno y se remonta a la época del estaño. El segundo, con la ceniza de tiempo carcomiendo sus paredes, respira los aires de la colonia. Son cientos de años de historia los que separan al uno del otro.

Esos tiempos quedaron congelados en la memoria. San Marcos tiene intacta la maquinaria, pero perdió el brillo del funcionamiento. Pero eso sí, despierta el interés turístico y aún resulta un lugar emblemático en el que las autoridades realizan los actos oficiales.

FUENTE:

-          brujulaturistica.com

-          www.bolivia.com