Las derechas periféricas
No será nada extraño que asistamos las y los ciudadanos
al maximalismo discursivo ultraconservador como oferta electoral.
En estas semanas circuló información sobre una reunión en
EEUU convocada por una fundación a varios partidos de derechas para buscar una
fórmula unitaria para las próximas elecciones, unos salieron a validar la
información y resaltaron el hecho, otros no quisieron darle mucho realce y los
que no participaron descalificaron el evento; cada facción dio su versión y el
tono folklórico de la reunión. Pero qué son las derechas en nuestro país. La
matriz de estas corrientes ideológicas gira en torno al Estado, la raza, la
clase, la religión, el regionalismo y la supremacía urbana sobre lo rural, sin
estos ejes es imposible entender a las derechas en la política y el poder.
Además, las derechas siempre fueron colonias ideológicas
y políticas de la metrópoli imperial, su accionar nunca estuvo en función del
interés del criollaje local, porque los grupos económicos y políticos actúan
como la periferia, pero se autoconsideran clases dominantes y dirigentes.
La titularidad en el poder de las derechas en el siglo
pasado se restituyó a través de los golpes de Estado, fue la reapropiación
militar con características fascistas del control estatal que no perdieron las
derechas con la democracia; por el contrario, fue un viraje en la forma de
acceder al poder, es decir las derechas siempre estuvieron en el Estado y su
reproducción en el poder dependía de su control y presencia estatal.
En 2005, la élite eterna del poder fue sustituida por la
movilización social. Los movimientos sociales campesino, urbano, populares y el
soberano, a través de voto; este hecho es trascendental, porque no hacemos
referencia solo a un resultado electoral sino a la construcción activa de la
autoconciencia de los sectores subalternos, ello implica que estamos superando
la visión lineal de la democracia representativa y vamos describiendo que la
noción de pueblo y democracia tiene sentido por la constitución del sujeto
histórico como movimiento social anticolonial.
Las derechas creyeron que su derrota era electoral y en
esa dimensión elaboraron su respuesta con diferentes frentes políticos desde
2005, se organizaron al calor del corto tiempo electoral, duraron mientras
existe campaña y las elecciones, es decir menos que una estación del año. El
apelativo de autonombramiento es ser “oposición”, porque no tienen otra forma
de presentarse públicamente.
Ahora que estamos en la fase preelectoral, la agenda es
reiterativa de anteriores elecciones, discursiva y emotivamente tiene la misma
connotación, hablan de unidad para “recuperar la democracia y la libertad,
liberar a Bolivia del totalitarismo masista y de la dictadura sindical”. Los
convocantes y convocados son siglas con y sin personalidad jurídica,
plataformas ciudadanas, cada uno tiene el cartel rimbombante que unirá a las
oposiciones y será el salvador del país; ofrecen una cartelera sin contenido,
son organizaciones sin militantes, evitan presentarse ideológicamente, puede
ser por vergüenza o porque no tienen la capacidad de autoidentificarse, pero su
narrativa exacerba el “anti”
izquierdismo indígena acompañado de adjetivos raciales, regionales, religiosos,
como el sumun de la verbalización política.
La fraseología empleada es válida para estar en los
medios de comunicación, pero no es el factor de cohesión alternativa, si
quieren tener alguna posibilidad electoral necesitan tutela imperial, como lo
tienen todas las derechas de la región, por ello no es casual ni novedoso la
noticia difundida sobre la reunión y la firma secreta del “Pacto de
Washington”.
Los voceros y las cabezas de las diferentes facciones
están reafirmando lo que naturalizaron como forma de vida las derechas, ser la
periferia colonial de la metrópoli imperial, los pasos que dan tienen huellas
impuestas y aceptadas sumisamente, saben que sin la intervención del padrinazgo
del norte no irán más allá de la retórica, por ello las reuniones dentro y
fuera del país se irán dando con mayor frecuencia, necesitan forzar un acuerdo,
imponer o fabricar una candidatura, inventar la narrativa que les dé la plataforma
ideal para las elecciones.
En la ruta delineada, la extrema derecha absorberá a las
derechas, no será nada extraño que asistamos las y los ciudadanos al
maximalismo discursivo ultraconservador como oferta electoral con similitudes a
Trump, Bolsonaro y Milei, graficando dramáticamente la condición servil de las
múltiples derechas criollas bolivianas.