Cineasta Greta Gerwig pone del revés el estereotipo de Barbie
Es la película más esperada, la que lleva un año
tiñendo de rosa cuentas de Instagram. Barbie es ya un prodigio de marketing,
además del proyecto más ambicioso de la carrera de Greta Gerwig, su directora y
guionista. Ella empezó en cintas independientes (fue la actriz que puso rostro
al movimiento mumblecore (corriente de cine indie con pocos
medios y canales de distribución alternativos), con LOL o Hannah
Takes the Stairs) y ahora se ha convertido en una cineasta solvente, con
tres nominaciones al Oscar (mejor dirección y guion original en 2017 por Lady
Bird y a mejor guion adaptado en 2019 por Mujercitas). Al
otro lado de la videollamada se ve un salón blanco con un gran ventanal; Gerwig
acaba de finalizar la corrección de color de Barbie y parece
relajada. “Ahora la película al fin está realmente completa”, dice con una
sonrisa. Como acaba de rematarla, antes de la entrevista solo hemos tenido
acceso a los 20 minutos iniciales. La directora habla rápido, titubea. “Espera
un minuto, voy a ver cómo está el bebé”, se interrumpe antes de seguir con el
cine. Acaba de ser madre, por segunda vez, con su pareja, el también cineasta
Noah Baumbach (Greenberg, Historia de un matrimonio, Ruido de fondo),
con quien vive en Brooklyn, Nueva York.
El nacimiento de Barbie tiene mucho que ver con la
maternidad: su creadora, Ruth Handler, pensó en la muñeca al observar que su
hija estaba cansada de jugar con bebés con los que solo hacía de madre. Por eso
comercializó una muñeca adulta, hito que a Gerwig le sirve para arrancar su
filme con un guiño a la famosa elipsis de 2001: Una odisea del espacio,
de Stanley Kubrick. “Para mí eso resume lo que es Barbie: una madre que mira a
su hija y trata de darle la capacidad de soñar con más para sí misma”, precisa.
Pese a la expectación levantada por la película, no parece nerviosa. Nació hace
39 años en Sacramento (California), como Joan Didion, uno de sus referentes. A
los 19 se mudó a Nueva York para estudiar en el Barnard College de la
Universidad de Columbia. Le apasiona el cine desde su niñez. Por eso, durante
el rodaje de Barbie hizo un ciclo para el equipo.
Proyectó Las zapatillas rojas, Cita en St. Louis, El cielo sobre
Berlín, La ventana indiscreta, Cantando bajo la lluvia, Fiebre del sábado
noche o Grease. “Allí Olivia Newton-John tiene más de 30
años pero da igual, ¡es fantasía!”, enfatiza, lejos del estereotipo del
director duro, serio, distante: “No es mi estilo de liderazgo. Tienes que
lograr que todo el equipo sueñe lo mismo que tú, que todos aporten ideas. Para
mí las películas son una forma de arte comunal”.
Comenzó en pequeñas cintas mumblecore y
ahora se enfrenta a una gran producción de estudio. ¿Qué supone Barbie para
usted?
Curiosamente, ambas cosas me parecen muy similares. Siento que soy una cineasta
muy personal, hago películas que son personales para mí. Quería trabajar con
Margot Robbie, por eso estaba emocionada por escribir esta película, porque
ella me impresiona como actriz, pero también como productora, por todo lo que
ha logrado. Cuando me ofreció escribirla le dije que me gustaría hacerlo y
apunté a Noah. No era consciente de que quería dirigirla hasta que terminamos
el guion. Tenía miedo de decirlo yo misma, pero pensé: “Es tan divertido,
maravilloso y genial que no quiero que lo dirija nadie más”.
¿Por qué incluyó a su pareja, Noah Baumbach, como
guionista? Habían colaborado ya en el de Frances Ha (2012).
Honestamente, es que nos lo pasamos muy bien escribiendo juntos. Nos encanta
colaborar. Se trata solo de diversión, y eso es lo mejor que te puede pasar.
Robbie fundó LuckyChap, su productora, hace casi 10
años para promover historias escritas y dirigidas por mujeres para disminuir la
brecha de género en su industria. ¿Qué avances se han vivido desde entonces y
qué queda por lograr?
Creo que se ha dado un progreso extraordinario en el reconocimiento de las
mujeres directoras y artistas. Durante dos años seguidos hubo directoras que
ganaron el Oscar de mejor dirección [Chloé Zhao, por Nomadland en
2021, y Jane Campion en 2022 por El poder del perro], y Nomadland también
ganó el premio de mejor película. No es que los premios lo sean todo, pero
resulta agradable ver ese reconocimiento a las contribuciones de las mujeres en
la industria cinematográfica. Desde que yo tenía 18 años eso ha cambiado
muchísimo. Pero el trabajo continúa, y la transformación también. Me siento
afortunada por hacer películas en este momento, recuerdo a todas las mujeres
que allanaron el camino para mí y espero que lo hagamos todo un poco más fácil
para la próxima generación.
Usted creció en una casa sin televisión, ha contado
que su madre no le dejaba llevar logos en su ropa… Pero ¿tenía una muñeca
Barbie?
No, a mi madre tampoco le gustaba eso (risas). Pero crecí en un barrio con
muchos niños, heredaba cosas de mis vecinos y tuve un montón de Barbies. Ya
tenían el pelo cortado y estaban hechas trizas, eran como la muñeca a la que
interpreta Kate McKinnon en la película… Pero hay una foto antigua mía abriendo
un paquete de Barbie una mañana de Navidad, así que al final mi madre cedió y
me regaló una, aunque es verdad que Barbie se miraba con recelo en mi casa.
¿Recuerda qué modelo le regalaron?
No lo sé… En esa foto que sé que conservo solo se ve el lateral de la caja,
creo que dice Super Style Barbie…
¿Qué ha sido lo más difícil de intentar crear una
aproximación feminista a una muñeca que ha sido criticada desde el feminismo
por los estereotipos que perpetúa?
Creo que la parte más importante para mí fue adentrarme en esa complejidad y no
rehuirla, y permitir que la película lidie con todo eso y no fingir que nunca
fue un problema. Barbie tiene una historia como muñeca a la que por supuesto
hay que enfrentarse. Mattel ha avanzado mucho en el siglo XXI y ha ampliado su
idea de lo que es su muñeca: en las siluetas o en el tipo de diversidad que
muestran han dado grandes pasos. Lo que me parece fascinante es que ese motivo
por el que Barbie ha sido criticada siempre hoy en día, con las redes sociales,
que son una herramienta de constante comparación, está más presente que nunca.
Aunque Mattel ha evolucionado más allá de los problemas de Barbie, nosotros no
lo hemos hecho, seguimos ciñéndonos a estándares completamente irreales que no
tienen nada que ver con la vida real. Encontramos nuevas formas de hacerlo.
Investigar lo que Barbie ha sido fue una forma de mirarlo todo en términos de
esa cultura de la comparación y el sentir que nunca eres lo suficientemente
buena. Si pudiera transmitir solo una cosa a la gente sería: no te tienes que
ganar tu valor, tú vales, estás bien, porque no creo que ese sea el mensaje que
la mayor parte de la gente está recibiendo en el momento actual, en especial
las mujeres jóvenes.
En la película crea un mundo, Barbie Land. ¿Es una
metáfora de la sociedad actual, en la que parece que se han logrado muchos
avances y de pronto se choca con una realidad en la que sigue habiendo una
violencia que lleva a movimientos como MeToo o Black Lives Matter?
Sí. Barbie Land es una idea que para mí estaba muy conectada con el viaje espiritual
clásico que está presente en muchos textos religiosos, la idea del paraíso
perdido… Estás en un lugar donde no existen la muerte, el envejecimiento, el
dolor o la vergüenza. Y de pronto todo eso desaparece. Cuando Margot Robbie
dice: “¿Alguna vez pensáis en la muerte?” es el primer momento en el que se da
cuenta de la distancia que existe entre ella y su entorno. Nunca ha tenido una
vida interior, porque todo lo que siente por dentro tiene que ver con lo que
hay fuera. Y cuando lo diferencia, las cosas empiezan a desmoronarse. Y
mientras se desmoronan ves que Barbie Land quizá no era tan
maravillosa desde el principio.
¿Por qué aborda ideas profundas con música, bailes
y pintura rosa?
Siempre me han fascinado las películas que lidian con asuntos profundos y de
peso con un toque sutil. Pienso, por ejemplo, en Preston Sturges, Ernst
Lubitsch o Howard Hawks, que hicieron comedias ligeras que a la vez hablaban de
verdades profundas, con ira y tristeza y muchas capas que interpretar. Me
interesa que las películas aporten eso, que tengan enjundia y verdad, pero que
a la vez puedan ser una fantasía hermosa, no para esconder la verdad, sino para
defender que pueden ser algo tan profundo como algo más obviamente, abro y
cierro comillas, “importante o complicado”.
¿Tiene alguna superstición mientras dirige?
Estoy llena de supersticiones… La mujer de Rodrigo Prieto [director de
fotografía de Barbie] me dio una piedra mágica antes de
comenzar el rodaje y tuve que llevarla conmigo todos los días. La tengo aquí,
en la habitación de al lado, la llevé antes a la mezcla de sonido. En el rodaje
solo vestía monos de trabajo y el mismo par de zapatos, porque era práctico y
porque tengo esas manías. Cuando estoy rodando me convierto en la persona más
escandalosamente mística. Es algo que también pasa mucho en los deportes. En mi
casa vemos muchísimo béisbol y los jugadores son todo ceremonias: desde cómo
batean a cómo se colocan para lanzar, los pasos que dan… Hay mucho ritual y
superstición. Y he absorbido mucho de eso.
En la banda sonora se ve su gusto por la música, con
temas de Lizzo, Dua Lipa, Karol G, Haim…
En los noventa yo era una adolescente que iba al cine sin parar y recuerdo que
las bandas sonoras eran algo importantísimo para mí, salía y me iba a Tower
Records a buscar esos discos… Por eso quería crear una banda sonora especial
para la película, como en Fiebre del sábado noche o Grease,
quería que todos esos artistas hicieran canciones para la película y era como
la mañana de Navidad cada vez que uno me decía que sí. Les enseñaba un
fragmento de la película, les explicaba de qué iba y ellos se ponían a crear
estos temas. Honestamente, me siento cool por asociación,
porque yo no soy tan guay, yo soy una madre…
Acaba de serlo por segunda vez. ¿Ha sido el año más
intenso de su vida? Un bebé, su película más ambiciosa, que podría
proporcionarle su segunda nominación en los Oscar a Mejor dirección, y el 4 de
agosto cumple 40 años…
Voy a concentrarme en aguantar las próximas semanas y en el estreno, pero es
una predicción maravillosa… Me encuentro muy feliz y toco madera. Y cumplir 40
es como surrealista. La gente dice mediana edad y parece que suena fatal, pero
realmente lo que significa es que estás en el medio de todo, eso es, al menos,
lo que yo siento. Tengo niños pequeños, tengo las películas… Estoy viviendo un
momento caótico pero maravilloso.
¿Diría que la idea de perfección de la Barbie
original continúa siendo un gran problema entre las mujeres?
Ahora las chicas se comparan todo el rato con las personas que ven online, y no
saben diferenciar entre la realidad y lo que no es real. Ven a esa gente que se
acaba de levantar y está perfecta todo el tiempo… Yo nací en 1983, teníamos las
revistas y cosas así, pero no íbamos por ahí con un dispositivo que recibía un
flujo constante de actualizaciones en nuestro bolsillo.
Usted no utiliza redes sociales, ¿por qué?
Oh, yo no las uso porque carezco de autocontrol. Sé que me haría adicta. Esa es
la razón: porque me conozco lo suficientemente bien para saber que perdería
muchísimo tiempo en ello y nunca jamás volvería a escribir nada./ EL PAÍS