Ni antisistema ni libertario
No es ningún fenómeno nuevo ni representa ninguna amenaza
para el sistema un personaje como Javier Milei, por mucho que los medios se
empeñen en retratar así al recién vencedor de las primarias abiertas argentinas
y posible nuevo presidente del país. No lo era tampoco Donald Trump, un
multimillonario megalómano que decía ir contra ‘el sistema’, ni lo es la
ultraderecha que hoy gobierna en Italia, Hungría, Polonia o en varias
comunidades y ayuntamientos de España. No hay nada nuevo en sus políticas ni
suponen ninguna amenaza para el sistema. Son la derecha de siempre hablando sin
tapujos y encarnada por personajes que saben venderse muy bien en la era de las
redes sociales y la viralidad de lo histriónico.
Aunque sea a base de comprar bots e inundar las redes con su
basura.
A Milei, al contrario que a la derecha española, hay que
agradecerle que hable tan claro sobre el alma del neoliberalismo y su plan de
exterminio para la sociedad que pretenden. El tipo no se corta ni edulcora su
ideología con promesas ambiguas de proteger lo común mientras lo vende a sus
amigos. Él lo dice claro: todo sobra menos los aparatos represivos del Estado
que garanticen su mando. El Estado como instrumento de control para disciplinar
y someter a la población. Y cada uno que se apañe y salve su culo como pueda.
La derecha española, sin embargo, sigue reivindicando
retóricamente lo público, aunque en la práctica lo esquilme y lo reparta entre
sus mercaderes. En España sigue habiendo cierta resistencia a dar ese paso
honesto y sincero de la derecha a decir lo que de verdad pretende, por mucho
que Vox represente el exabrupto de carajillo y camisa azul más centrado en lo
simbólico y en su batalla cultural que en lo económico. El sentido común aquí
todavía se resiste a prescindir de un Estado que, por mucho que critiquen en
sus discursos por sus impuestos, su tamaño y su alcance, es el principal
sustento y garante de toda esa casta que, como Abascal, lleva viviendo de él
desde siempre. No hay más que ver las subidas de sueldos que se han adjudicado
los nuevos dirigentes ‘políticamente incorrectos’ nada más tomar sus puestos, o
los años que llevan todos ellos chupando de la teta del Estado.
Milei no es más que otro personaje como lo fue Trump y como
lo son tantos otros fantoches despeinados y gritones ultraderechistas que
nacen, crecen y se reproducen en las ciénagas de la posmodernidad. Son el
producto perfecto para quien entiende la política y la vida como un mero
espectáculo, un concurso de talentos o un reality show. Lo de hablar con su
perro muerto y clonarlo no es más que parte del atrezzo de este personaje.
Gritar mucho, insultar y defender mercantilizar hasta el hígado de tu padre no
es ir contra el sistema. Es el sistema hablando claro, sin tapujos ni medias
tintas. Viven de él y son ricos y famosos gracias a él. Ellos representan el
capitalismo sin caretas, sin palabras amables ni ambigüedades. Una sinceridad
que algunos insisten en tildar de ‘antisistema’ pero que en la práctica tan
solo vale para perpetuar el sistema que se sirve de lo público para alimentar a
una minoría privilegiada mientras perpetúa la desigualdad que somete a la
mayoría. Por mucho que ésta acabe votando a sus verdugos.
El lenguaje es un eterno campo de batalla. Por eso existe
una pugna histórica por la apropiación del término ‘libertad’ para justificar
cualquier atrocidad. Libertad para tener esclavos, para vender a tus hijos o
para portar armas y matar a quien se acerque a tu jardín. Con esta nueva especie
de reaccionarios no parece tan claro, y se les está comprando el barniz
anarquista y libertario demasiado alegremente, como la inmerecida etiqueta de
‘antisistema’. Estos personajes cuya filosofía, lejos del verdadero anarquismo,
está basada en el todo vale, tratan de apropiarse de lo libertario y de la
libertad misma para retorcerla a su gusto. La ausencia de límites en el mercado
y la instrumentalización del Estado para garantizar este orden neoliberal
todavía más irresponsable y psicópata no tiene nada que ver con la
responsabilidad individual para con el resto que prevé el anarquismo. Pero
inexplicablemente se les regala el término. No hay más que echar un vistazo a
la experiencia de la localidad de Grafton, en EEUU, tomada por seguidores de la
ideología que defiende Milei para ver cómo termina el experimento: casi
devorados por osos y pidiendo ayuda al Estado.
No sabemos si estos personajes tendrán mucho más recorrido.
La caída de Vox en las últimas elecciones supuso una advertencia de que esta
derecha que pretende ser nueva por irreverente no es más que un instrumento
circunstancial para advertir y modular el panorama político cuando convenga,
como lo fue Ciudadanos en su papel hasta su defunción. Lo que sí que sabemos es
que estas ideas quedarán y van a seguir infectando una parte del debate
público, porque esa es su verdadera misión. Ese ‘fondo intelectual
tremendamente sólido’ que va más allá de la ‘puesta en escena histriónica y
populista’ que el presidente del PP catalán, Alejandro Fernández atribuía a
Milei en un tuit que acabó borrando horas después, ha venido para quedarse.
Veremos si quien lo abandera será esa nueva ultraderecha que representa Vox, o
lo abrazará también este PP de Feijóo, que es también el de Álvarez de Toledo,
Alejandro Fernández e Isabel Díaz Ayuso, que no se distinguen tanto del
argentino despeinado.