Perú, “hay golpes en la vida, tan fuertes…
Así comienza la poesía titulada Los Heraldos Negros, del
peruano César Vallejo, publicado en 1919. El poeta norteño del Perú, quizás
jamás imaginó que un siglo después su poesía continuaría retratando el calvario
que viven los pueblos del Perú, en especial acelerado por el “desorden
estructural” que sus élites político empresariales le imprimen.Con la
instauración del régimen neoliberal, a principios de la década de los 90 del
pasado siglo, mediante el autogolpe de Estado de Alberto Fujimori, el Perú
emprendió su actual Vía Crucis dolorosa que ya dura más de tres décadas
continuas, con consecuencias aún insospechadas.
El neoliberalismo no sólo desmanteló al Estado en sus
capacidades económicas y políticas. Desmanteló la capacidad de la “agencia
sociopolítica” de la población, e hizo de las organizaciones políticas unas
fraudulentas empresas electorales. Al límite que en las últimas elecciones
generales del 2021 el país, en especial desde el “campo popular” empobrecido e
indignado ante la “podredumbre política”, optó por Pedro Castillo, un campesino
profesor rural, como su presidente. ¡Una atrevida disrupción electoral
subalterna para un país diseñado por los patrones, para los patrones!
Castillo como presidente, políticamente nunca fue una
amenaza para el sistema hegemónico neoliberal. Pero, su sola presencia
antropológica en la Casa de Pizarro constituía una afrenta a la racista
limeñidad aristocrática que corría el riesgo de ser suplantada culturalmente.
Por eso lo sacan del poder, incluso vulnerando los formalismos procedimentales
establecidos legalmente para la “vacancia” presidencial.
La vacancia ilegal de Castillo dio lugar al deslegitimado y
sangriento gobierno de facto de Dina Boluarte que reprimió con saña a los
sectores movilizados que exigían el respeto a los resultados de las elecciones
generales de 2021. Dichas masacres tuvieron un saldo de más de 60 personas
asesinadas, la mayoría durante las protestas sociales, centenares de heridos,
muchos presos políticos. Las investigaciones de estos delitos no avanzan, y
Boluarte se pasea en eventos internacionales.
Institucionalidad soterrada. El Perú oficial, en alguna
medida había avanzado, por lo menos en el relato, en los procesos de
fortalecimiento de las instituciones democráticas. Ahora, incluso ese relato se
cae con la cooptación de las endebles instituciones públicas por régimen
violento de turno. Esto trae como consecuencia, el repudio popular a las
instituciones públicas y a las autoridades que las representan.
La violencia como mecanismo de seguridad. Ante la ausencia
del Estado, o ante la violencia estatal, amplios sectores de la población
desean que la violencia sea contenida mediante más violencia. El Instituto de
Estudios Peruanos (IEP) indica que el 60% de peruanos obviaría el respeto a los
derechos humanos para garantizar la seguridad.
Incremento de la presencia militar norteamericana. Al
momento, se habla de 10 bases militares norteamericanas en el Perú. El gobierno
actual, mediante el Congreso de la República, autorizó el ingreso de más de
1.000 militares norteamericanos al territorio peruano para luchar “contra el
narcotráfico” que nunca para de crecer en su envío de la droga hacia los EEUU.
Perú está convirtiéndose en el hangar de la narcoindustria norteamericana.
Racismo luminoso por encima del culturalismo folclórico. El
bicentenario Perú oficial constitutivamente fue y es racista, hasta el grado de
padecer del mal de la esquizofrenia identitaria cultural como Estado nación. En
los últimos años, la limeñidad acomplejada y la oligarquía patronal guardaron
cierta compostura diplomática ante la diversidad cultural de los pueblos, en
aras de cosechar la pujante industria del turismo multiculturalista. El
desorden político crispado que vive el país, evidencia lo que en esencia
siempre fue el bicentenario Estado nación y sus gestores de clase: racistas.
Con la diferencia que ahora, ya no hay modo de ocultar dicha enfermedad, ni
tampoco cuentan con los mecanismos para subyugar a los “otros” que demandan
existir como son y por sí mismos.
Constatación de la colonialidad de izquierdas. Si bien la
“diferencia ideológica” entre izquierdas y derechas ya había sido borrada por
el neoliberalismo en el Perú, los acontecimientos sociopolíticos del 2022 y el
respaldo de las izquierdas en el Congreso de la República al régimen de Dina
Boluarte evidencian que las izquierdas, al igual que las derechas, son
herramientas de dominación y/o anulación de los pueblos masacrados y
movilizados. En este sentido, una de las tareas grandes de los pueblos y
sectores populares del Perú es liberarse política e ideológicamente de las
izquierdas y derechas neoliberales, y ojalá encontrar o construir un camino
sociopolítico con horizontes y dinámicas propias.